José Francisco Cox Lagos es antropólogo titulado en el año 2024 de la Universidad Austral de Chile. Su investigación de tesis se adentró en las complejas dinámicas socioestatales que atraviesan el Lavkenmapu, con especial atención a la figura del tukukan (huerta tradicional mapuche) y su relación con las políticas públicas rurales. Su profesor patrocinante fue Roberto Morales En esta entrevista, reflexiona sobre los cruces entre la cosmovisión mapuche, la intervención estatal y los desafíos de las nuevas ruralidades.
¿Qué te llevó a investigar las dinámicas socioestatales en el Lavkenmapu y cómo defines la relación entre el tukukan y la chacra?
Mi interés surge de una práctica profesional con INIA en el territorio, donde estaban investigando la huerta tradicional. Esas salidas a terreno con Sebastián me dieron el empujón: las entrevistas con las lamgen me hicieron cuestionar la política pública en ese contexto y me llevaron a escalar hacia una antropología del Estado. Siempre me ha interesado el desarrollo rural, en gran medida porque mi mamá siempre ha trabajado en el campo, aunque desde la veterinaria.
La relación entre tukukan y chacra es muy distinta. El tukukan no es solo un espacio productivo, sino sumamente íntimo y a veces estético; responde a los intereses personales de quien lo cultiva, a su vida, a su historia. En cambio, la chacra tiene un enfoque más productivo, por eso encuentra mayor cercanía con la lógica institucional.
¿Cómo describiste la interacción entre usuarios mapuche e instituciones del Estado en tu investigación? ¿Cuáles son los principales desafíos que enfrentan?
Trabajé en torno a la figura de los usuarixs del PDTI, no con comunidades como tal. La relación con la institucionalidad es principalmente instrumental. Los desafíos están en las confianzas, en la colaboración entre ambas partes, y también en las capacidades de involucramiento de las instituciones. Muchas veces las buenas intenciones terminan en asistencialismo si no van más allá de cumplir metas de corto/mediano plazo.
¿Qué impacto tiene la intervención del Estado en las prácticas tradicionales del Lavkenmapu, especialmente en el uso de la tierra y los recursos naturales?
Se evidencian cambios en la matriz socioproductiva. Se reduce el uso de prácticas tradicionales como el uso de desechos del campo, como compostajes o el guano, y se privilegia el uso de fertilizantes químicos y semillas comerciales. Todo esto depende también de factores sociológicos como el tipo de hogar, la mano de obra disponible, y la intención de producción; en cultivos de autoconsumo es menor el uso de químicos, no así en lo destinado a venta.
¿Cómo influyen las estructuras socio-políticas y las políticas públicas en las relaciones sociales dentro de las comunidades?
Aunque no trabajé con comunidades como tal, noté que la institucionalidad podría hacer mucho más en fortalecer el tejido social. Hoy predomina la figura del individuo por sobre lo colectivo, y eso perpetúa formas que alejan a las personas de lo comunitario. La institucionalidad debería trabajar desde la figura de la comunidad, no solo desde la familia o el individuo.
¿Qué rol cumple el territorio (Lavkenmapu) en la identidad y resistencia mapuche?
Es fundamental. No solo como símbolo, sino como una territorialidad activa: el territorio es lo cultural en movimiento, lo que se hace y cómo se hace. Está presente en los vínculos con la tierra y en las prácticas socioproductivas. La relación con el territorio es indivisible para los usuarixs territorializados.
¿Qué tensiones surgieron entre el tukukan y las normativas estatales?
Existen racionalidades distintas. Desde la institucionalidad, el tukukan pierde valor porque no es un espacio productivo en el sentido tradicional. Pero para las lamgen, es un espacio íntimo, que responde a sus necesidades estéticas y prácticas. La perspectiva institucional es productivista y se distancia de la lógica del autoconsumo que caracteriza al tukukan tradicional.
¿Identificaste estrategias de resistencia o adaptación frente a las políticas estatales?
Sí, principalmente el uso instrumental del Estado. Muchos usuarixs tienen núcleos familiares pequeños y han perdido prácticas colectivas como el mingako. Entonces, adaptarse implica usar tecnologías, conseguir un tractor o insumos, lo que puede parecer contradictorio, pero rompe con esencialismos. Usan las herramientas del sistema desde una racionalidad cultural distinta.
¿Cómo impactan estas dinámicas en las nuevas generaciones mapuche y su vínculo con las prácticas tradicionales?
El desarrollo rural que promueve el Estado fragmenta la visión comunitaria al centrarse en individuos. Las nuevas generaciones enfrentan el desafío de rearticular los saberes ancestrales en un contexto donde el tejido social ha perdido fuerza y queda relegado a la memoria. Pero al mismo tiempo hay un deseo de volver al campo y resignificar esos conocimientos.
Desde una perspectiva antropológica, ¿cómo ves la relación entre la cosmovisión mapuche y la gestión estatal del territorio?
El Estado fragmenta el territorio en tierras individualizadas, lo que lo vuelve un medio legal más que cultural. Aunque hay discursos sobre “territorio” desde la institucionalidad, estos no se articulan en políticas públicas reales. Por ejemplo, los PDTI podrían pensarse desde la comunidad, no solo desde la familia.
La cosmovisión está presente en la autocomprensión de los sujetos, pero la noción de territorio articulado varía mucho según el lugar. En algunos sectores como Lleulleu aún se practican dinámicas como el mingako, mientras que en otros hay escasa comunicación entre vecinos. Pensar la gestión del territorio requiere considerar múltiples elementos: el uso de tecnologías, la disponibilidad de agua, la comunidad, la cosmovisión, las forestales. Estas últimas afectan no solo la recolección de lawen o hongos, sino también la disponibilidad de agua y tierra.
¿Qué consejo le darías a quienes se inician en la Antropología y quieren estudiar la relación entre pueblos originarios y Estado?
Que rompan con los esencialismos. La realidad está llena de grises, discursos tristes o contradictorios que también son potentes. Esas áreas grises tienen su brillo, sus propias racionalidades. Y que el análisis sea relacional: los actores están en diálogo constante, las instituciones no son tan estáticas como parecen, y los agentes del Estado son múltiples.
Prestar atención a los detalles: herramientas, animales, plantas… Todo eso también tiene valor en el vivir de las personas. No solo lo humano importa en las redes sociales y simbólicas. Esos detalles marcan la diferencia en cómo se comprenden las actividades rurales hoy.