Museos con corazón: cómo la gestión comunitaria sostiene el patrimonio en la Región de Los Ríos

“No hay que esperar el Día del Patrimonio para visitar un museo”. Con esa invitación, Alessandra Bertolo resume el espíritu de su investigación, una tesis de pregrado que pone en valor a los museos de base comunitaria, estos espacios muchas veces invisibles pero profundamente vivos, sostenidos por la vocación, la memoria y el afecto de quienes lo construyen.

Su trabajo, titulado “Tras las vitrinas: prácticas y discursos en la gestión de museos de base comunitaria de la Región de Los Ríos, Chile”, fue desarrollado para optar al título de Antropóloga en la Universidad Austral de Chile. Durante más de un año, Alessandra convivió con las personas que gestionan tres de estos espacios: el Museo Escolar Hugo Günckel en Corral, el Museo Despierta Hermano Malalhue y el Centro Cultural Museo y Memoria de Neltume. Su investigación no solo se centró en cómo funcionan estos museos, sino en cómo sus gestoras y gestores les dan sentido, los sostienen con esfuerzo cotidiano y los entienden como herramientas de transformación social y educativa.

Un museo que se toca

Una de las partes más importantes de la tesis aborda las prácticas museográficas y cómo estas desafían la lógica tradicional del museo. En vez de centrarse en la conservación distante del objeto, los museos comunitarios que Alessandra estudió apuestan por la vinculación directa, emocional y cotidiana con su entorno.

Un caso especialmente llamativo fue el del Museo Escolar Hugo Günckel, ubicado dentro de una escuela rural en Corral. “Alessandra explica que durante los recreos, los niños entraban al museo, abrían las vitrinas y jugaban con los objetos. La escena le generó a Alessandra una contradicción inicial formada en museos más formales, donde todo se observa sin tocar, pero pronto comprendió que en ese lugar el museo no es una sala aparte, sino un espacio vivo, integrado a la rutina escolar.

“Me explicaron que el vínculo con el objeto no es contemplativo, sino táctil, incluso afectivo. El museo se habita como parte de la escuela”, relata.

Esta lógica se repite en otros espacios. En el Museo Despierta Hermano Malalhue, por ejemplo, se pide permiso para ingresar, ya que ciertos objetos tienen valor espiritual para la comunidad mapuche. En ambos casos, lo importante no es solo el objeto, sino lo que representa para quienes lo donaron o lo comparten.

La tesis destaca que en estos museos, la selección y disposición de las piezas responde más a vínculos simbólicos y emocionales que a criterios técnicos. Los objetos no solo se exhiben: se narran, se tocan, se resignifican. Así, el museo se vuelve un lugar donde la historia y la vida cotidiana se cruzan en cada gesto, en cada guiado, en cada conversación.

La gestión como acto afectivo

Poner en el centro el rol de los gestores comunitarios, es uno de los ejes centrales de esta investigación. Lejos de ser profesionales del patrimonio o museólogos de formación, muchas veces son profesores, vecinos o familiares que, con vocación y esfuerzo, sostienen estos espacios con trabajo voluntario y recursos personales. Alessandra analizó cómo los discursos sobre lo comunitario, la horizontalidad, el trabajo colectivo, la pertenencia territorial se traducen en prácticas cotidianas marcada por el esfuerzo, la sobrecarga y, sin embargo, una profunda entrega.

“Hablamos de sostenibilidad más allá del financiamiento. Hay sostenibilidad en las redes, en el trueque, en el cariño, en el compromiso”, explica.

Sin embargo, también hay tensiones. Las lógicas institucionales exigen resultados, rendiciones, formalidades que no se ajustan a estas realidades rurales y colaborativas. Muchos gestores no tienen tiempo ni conocimientos técnicos para postular a fondos. teniendo que aportar dinero de sus bolsillos para mantener el museo. La tesis propone el concepto de gestión afectiva, para dar cuenta de estas dimensiones invisibilizadas del trabajo cultural.

Una crítica al modelo tradicional

A lo largo de su investigación, Alessandra lanza una crítica directa al modelo dominante de museo: centralizado, urbano, monumental y muchas veces excluyente, ya que según ella, los modelos de gestión patrimonial que se imponen desde el Estado no se ajustan a estos espacios. Su propuesta apunta a la necesidad de políticas públicas diferenciadas, que reconozcan la diversidad de formas de hacer museo, sobre todo en contextos locales, rurales y comunitarios.

“Es urgente sistematizar cuántos museos comunitarios existen realmente, visibilizar sus prácticas y pensar en apoyos que no vengan a imponer, sino a acompañar”, plantea.

Más allá de los resultados, Alessandra espera que su investigación motive a otros a mirar su propio entorno. “Hay museos por todo Chile que no conocemos solo porque no están en Santiago o no salen en la prensa”, dice. “No hay que esperar el Día del Patrimonio. Están abiertos todo el año, con actividades, con historia viva”.

 La invitación final es simple pero potente, salir a buscar, a conocer y a valorar esos museos que existen gracias al esfuerzo de estas personas, que creen que la cultura no se guarda bajo llave, sino que se vive libremente en comunidad.

“Las y los profesores no solo responden a las políticas públicas: también generan sus propias condiciones para aprender y enseñar”

El Dr. Alberto Galaz, Doctor en Ciencias de la Educación, Université de Rouen y Académico del Instituto de Ciencias de la Educación de la Universidad Austral de Chile, lidera una investigación que indaga en cómo las y los docentes ejercen su autonomía profesional frente a las políticas de evaluación del desempeño, con el objetivo de aportar evidencia situada para el diseño de políticas públicas legítimas y contextualizadas.

Este año, el Dr. Galaz comenzó la ejecución de su proyecto Fondecyt Regular, “Profesoras y profesores agentes: abriendo caminos de desarrollo profesional en contextos de evaluación docente”, centrado en un fenómeno tan complejo como poco visibilizado: la agencia profesional docente ante las políticas públicas de evaluación del desempeño en Chile. El estudio, que se desarrollará en cuatro regiones del país, busca comprender cómo las y los profesores han respondido activamente a un sistema de evaluación que ha marcado profundamente la educación pública en las últimas dos décadas.

A continuación, el Dr. Galaz profundiza en los orígenes, objetivos y alcances de esta investigación, que aspira a generar conocimiento relevante para transformar las políticas públicas educativas desde una perspectiva más justa, colaborativa y situada.

¿Cómo surgió la idea de esta investigación?

La idea nace de un interés que he desarrollado desde mis estudios de doctorado, que es la relación entre las políticas públicas de evaluación docente y cómo estas inciden en la construcción de la identidad profesional del profesorado. Mis primeras investigaciones abordaron cómo las y los profesores se articulan con políticas como la Evaluación del Desempeño Docente implementada desde 2003. Lo que me parecía especialmente interesante era que los docentes las interpretan, resisten o se apropian de ellas según sus trayectorias, creencias, experiencias y contextos.

¿Qué antecedentes previos sustentan esta nueva etapa investigativa?

Detectamos, junto a mi equipo, que frente a la evaluación docente los profesores desarrollan distintas estrategias. Algunos asimilan el modelo evaluativo, otros lo enfrentan de manera estratégica, adoptando el modelo cuando están bajo observación, y algunos directamente lo resisten. Estas respuestas no son aleatorias: están vinculadas tanto a sus conocimientos, expectativas y experiencias como a la  etapa profesional en la que se encuentran. Por ejemplo, los docentes jóvenes tienden a asumir el modelo como guía de acción, mientras que los más experimentados tienden a reafirmar su propia concepción profesional, resistiendo ciertos lineamientos externos.

¿Quiénes integran el equipo de investigación del proyecto?

El equipo de investigación que conformamos para este proyecto está integrado por colegas con una sólida trayectoria en el estudio del desarrollo profesional docente desde distintas regiones del país. Me acompaña el Dr. David Cuadra, de la Universidad de Atacama, la Dra. Ingrid González, de la Universidad de La Serena, el Dr. Marcelo Arancibia y el Dr. Javier Campos, ambos de la Universidad Austral de Chile, sede Valdivia, y la Dra. Jessica Aliaga, de la misma universidad en su sede Puerto Montt. Cada uno aporta una mirada situada y complementaria desde sus líneas de investigación, lo que enriquece enormemente el análisis de la agencia profesional docente. Además, todos compartimos un compromiso con la educación pública y con la necesidad de generar conocimiento que sea útil para transformar las políticas desde la experiencia concreta de las y los profesores.

¿Cómo ha evolucionado la política de evaluación docente en Chile y qué implicancias ha tenido para el profesorado?

La evaluación comenzó como un sistema obligatorio de rendición individual para docentes municipales, con instrumentos como el portafolio, el reporte de terceros, entrevistas con un par  y la autoevaluación. En el 2016 se crea el Sistema de Desarrollo Profesional Docente, que instala una carrera profesional basada en tramos y nuevos instrumentos evaluativos con las pruebas de conocimientos disciplinares y pedagógicos. Esto generó un doble agobio: los docentes debían enfrentar dos evaluaciones paralelas. Recién en 2023 se unificó el sistema bajo la Ley 21.625. Sin embargo, persisten elementos que tensionan la experiencia profesional: categorizaciones, presiones, amenazas de despido que pueden no estar alineados con el desarrollo profesional integral que requiere la educación pública.

¿Cómo se vincula esta investigación con la Ley 21.625 sobre el nuevo sistema de evaluación docente y  qué buscan con el proyecto?

Esta investigación se vincula directamente con la Ley 21.625, ya que uno de nuestros principales objetivos es comprender cómo las y los docentes están enfrentando esta nueva etapa del sistema de evaluación unificado. Si bien la ley busca simplificar el proceso evaluativo, aún persisten muchas interrogantes sobre su implementación en contextos reales, especialmente en escuelas públicas con diversas condiciones socioterritoriales. Queremos identificar si esta nueva legislación efectivamente contribuye al desarrollo profesional docente o si continúa reproduciendo tensiones que históricamente han obstaculizado el ejercicio de la autonomía profesional. A través del análisis de trayectorias docentes y de los espacios de agenciamiento que se configuran en sus prácticas, buscamos aportar evidencia situada que permita evaluar los efectos concretos de esta ley en el quehacer cotidiano del profesorado. El foco de nuestro estudio está puesto en la agencia profesional docente, entendida como la capacidad que tienen las y los profesores para actuar decididamente en la generación de condiciones que les permitan desplegarse de manera activa y constructiva bajo sus propias concepciones sobre lo que significa enseñar. Nos interesa conocer qué espacios han abierto, qué redes han construido, cómo han respondido frente a los procesos evaluativos y qué consecuencias han tenido esas decisiones en su  escuela en términos de aprendizaje y mejora.

¿Qué metodología usarán para abordar estos temas?

El proyecto se desarrollará en las regiones de Atacama, Coquimbo, Los Ríos y Los Lagos, y trabajaremos con profesoras y profesores que hayan enfrentado al menos dos procesos evaluativos: uno bajo el antiguo sistema y otro en el nuevo. Recurriremos a la entrevista narrativa y biográfica, observaciones en establecimientos educacionales, y focus groups con una perspectiva reflexiva y propositiva. También investigaremos redes de colaboración como microcentros rurales, vínculos con universidades locales o redes autogestionadas entre docentes.

¿Por qué es importante visibilizar estos espacios de agencia?

Porque la política educativa en Chile ha tratado históricamente a los profesores como ejecutores de políticas, sin reconocer su experiencia, autonomía ni saber pedagógico. Al visibilizar estos espacios de agencia —al mostrar que las y los profesores también construyen respuestas propias, colaboran, se organizan— podemos nutrir la política pública con evidencia situada, humanizante y profesionalizante. Nuestro objetivo final es informar a las escuelas, a los propios docentes, a los sostenedores y a los tomadores de decisión a nivel nacional, para mejorar el diseño de las políticas futuras.

¿Qué es lo que lo motiva personalmente a desarrollar esta investigación?

El reconocimiento de la profesionalidad y autonomía docente. En Chile, el profesorado ha sido históricamente invisibilizado en la toma de decisiones sobre políticas que los afectan directamente. Creo profundamente en que debemos legitimar la experiencia y la  voz de las y los profesores, y reconocer que ellas y ellos también construyen saberes, redes y estrategias valiosas. Esta investigación busca justamente eso: hacer visibles esas trayectorias y aportar a una educación más justa, reflexiva y democrática.

¿Cómo influye esto en la autonomía y profesionalismo de los docentes?

Muchísimo. Lo que nos impulsa a liderar este proyecto es precisamente el reconocimiento de la autonomía profesional de las y los docentes, su capacidad para construir sentido y actuar más allá de las imposiciones. Nuestra aspiración es que esta investigación contribuya a generar políticas legítimas, construidas también desde la experiencia docente.

¿Por qué elegir trabajar con profesores de educación general básica?

Porque son el grupo más evaluado del sistema y el primero en ser impactado cuando se implementa una reforma educativa. Además, representan el mayor número de profesionales en ejercicio, lo que nos permitirá  una mayor riqueza en  experiencias de agencia.

¿Qué esperan aportar al finalizar el estudio?

Primero, entregar retroalimentación a las y los propios profesores, generando instancias de reflexión profesional sobre sus trayectorias evaluativas. Luego, aportar a las escuelas con información sobre las redes que han construido sus docentes, y finalmente informar a los tomadores de decisiones, tanto a nivel local (sostenedores, servicios locales de educación) como nacional, con miras a repensar la política pública general y el desarrollo profesional desde la base.

Nuestra meta es contribuir a la construcción de un modelo de agenciamiento profesional que permita comprender cómo se articulan las trayectorias docentes con las políticas públicas y, desde allí, generar propuestas de aprendizaje y desarrollo profesional legítimas y pertinentes para el país.

¿Cuál es su visión sobre la situación actual del profesorado en el sistema educativo en Chile?

Es un sistema tensionado por los resultados, por la pandemia, por la deserción docente. Hoy, cerca del 40% de los nuevos docentes abandonan la profesión antes de cumplir cinco años de ejercicio. Las precarias condiciones laborales, la falta de reconocimiento profesional y la sobrecarga evaluativa son parte del problema.

La evaluación docente no ha logrado incentivar la permanencia ni el desarrollo profesional continuo. Si no replanteamos su lógica, seguiremos perdiendo talentos y experiencia en nuestras escuelas.

Finalmente, ¿cómo espera que se vincule esta investigación con la formación inicial docente?

Contaremos en el equipo con estudiantes de pedagogía como tesistas. Ellos podrán investigar cómo las y los docentes se agencian por ejemplo a nivel del aula, incluso frente a contenidos tan importantes y sensibles como los derechos humanos. Queremos promover una formación inicial que reconozca las trayectorias reales  y no solo perfiles o modelos ideales.

Más que pesca: la vida en torno a la langosta en Juan Fernández

Ignacio Guerrero Pereira, antropólogo de la Universidad Austral de Chile, viajó durante los meses de abril y mayo al archipiélago de Juan Fernández para investigar los modos de vida asociados a la pesca artesanal durante la temporada de la langosta.

Lo que comenzó como una tesis de pregrado se transformó en una experiencia inmersiva en la historia, la cultura y las redes afectivas de una comunidad que ha sabido sostener su identidad a través del mar. Su investigación fue realizada en el marco del FONDECYT N°11231127: “Prestaciones del paisaje en contexto de capitalismo posindustrial. Los futuros turísticos en dos zonas rurales archipelágicas de Chile” dirigido por la Dra. Asunción Díaz Álvarez.

Ignacio sabía que no quería hacer una tesis desde el escritorio. Para él, la antropología tenía sentido solo si se vivía en terreno. Así fue como eligió estudiar los modos de vida pesquero-artesanales del archipiélago de Juan Fernández, con un foco específico en la temporada de langosta, la cual empieza el 1 de octubre y finaliza el 14 de mayo, siendo una actividad que no solo sostiene la economía local, sino que estructura la vida cotidiana, los afectos y las memorias del lugar.

Durante abril y mayo de 2024, vivió en la isla Robinson Crusoe, compartiendo con pescadores y sus familias. Allí descubrió que hablar de pesca es hablar también de infancia, migración, familia, sostenibilidad, tradición y adaptaciones tecnológicas. A lo largo de su investigación, Ignacio entrevistó a más de 20 personas y se involucró en la vida local mediante observación participante, cartografía, entrevistas semiestructuradas, sombreo y conversaciones informales.

Su investigación no solo tuvo apoyo académico, sino que se inscribió dentro de un estudio mayor sobre los paisajes turísticos y las tensiones del capitalismo posindustrial en territorios rurales insulares. Desde esa perspectiva, su trabajo también ofrece pistas sobre los futuros posibles de la pesca artesanal en contextos de creciente interés turístico y ecológico.

La langosta: eje cultural y económico

La temporada de pesca de la langosta se extiende desde el 1 de octubre hasta el 14 de mayo, seguida por una veda que va del 15 de mayo al 30 de septiembre. Este calendario no fue impuesto desde fuera, sino que surgió por iniciativa de los mismos pescadores, quienes desde 1925 organizaron prácticas sostenibles para preservar la especie.

La historia comercial de la langosta se remonta a 1893, cuando el empresario suizo Alfred Von Rodt comenzó su exportación en conservas pequeñas latas que contenían las colas, marcando así el inicio formal de una economía exportadora basada en un recurso local en un territorio que hasta entonces vivía en un sistema cerrado, sin mercado nacional ni conexión fluida con el continente.

Actualmente, se estima que cerca del 70% de la economía del archipiélago depende directa o indirectamente de la extracción de langosta. Ignacio explica que la pesca no solo provee ingresos, sino que organiza el tiempo, define roles familiares y marca los flujos migratorios internos y externos. Además, se trata de una pesca artesanal basada en métodos sostenibles, solo se utilizan trampas, la talla mínima es de 11,5 cm, y las capturas deben permitir la supervivencia de hembras reproductoras.

“Esa medida mínima fue decidida por ellos mucho antes de que existiera un estudio científico. Lo hacían por experiencia y por respeto. Décadas después, se comprobó que esa talla asegura que la langosta ya haya vivido al menos siete años y pasado por dos o tres ciclos reproductivos. Esa es la sabiduría del lugar”, afirma.

Marcas, embarcaciones y herencias

Uno de los hallazgos más potentes de la investigación fue el sistema de marcas, las cuales se pueden definir como coordenadas del mar donde cada familia coloca sus trampas, basadas en herencia y respeto comunitario. Las marcas no están registradas oficialmente, pero nadie las cuestiona. Algunas marcas tienen más de 120 años de historia y son parte del legado que se transmite entre generaciones. Aprender a ubicar una marca no es simple. Antes del uso de GPS, los pescadores debían hacer triangulaciones visuales entre montañas, piedras y puntos de referencia costera para identificar el lugar exacto. “Es un arte. Me contaron de pescadores que demoraron hasta 10 años en aprender a reconocerlas. Hacer una marca nueva era aún más complejo: requería exploración, paciencia y suerte”.

Si alguien tira su trampa en una marca ajena, el dueño tiene derecho a retirarla. Pero esto no ocurre normalmente. Hay un respeto profundo, ya que saben que todos dependen de este equilibrio en el que están emparentados de alguna manera. La comunidad funciona como una gran familia.

Investigación etnográfica revela las redes, afectos y luchas cotidianas de personas en situación de calle

Una investigación realizada por Pilar Azócar, antropóloga de la Universidad Austral de Chile, reveló a partir de su experiencia como voluntaria y su trabajo directo con personas en situación de calle durante la pandemia, el enfoque asistencialista predominante en estas intervenciones. Su trabajo aporta una mirada más humana que podría contribuir al diseño de futuras políticas públicas más eficaces y contextualizadas.

Durante los meses más duros de la pandemia, mientras gran parte de la población permanecía resguardada en sus hogares, Pilar Azócar —entonces tesista y hoy antropóloga— comenzó a desempeñarse como monitora social en un albergue municipal de Osorno. Lo que comenzó como una oportunidad laboral, se transformó en el punto de partida para una investigación etnográfica que recoge, con sensibilidad y profundidad, los relatos de personas en situación de calle: una población históricamente invisibilizada tanto en las estadísticas como en el discurso institucional, según la autora.

Respecto a su motivación para desarrollar este estudio, Azócar comenta:
“Lo cualitativo me permitió mirar más allá de las cifras y explorar significados, contextos, vínculos… y sentarme a escuchar.”

Uno de los hallazgos más relevantes de su trabajo es el valor de las redes que construyen las personas en situación de calle. “Ellos construyen comunidad. Existe solidaridad, códigos de respeto, vínculos que se sostienen incluso en los entornos más hostiles”, explica.
En el albergue donde se desarrolló su estudio, por ejemplo, observó dinámicas de cuidado entre jóvenes y personas mayores, relaciones marcadas por lo que algunos autores han denominado la coexistencia entre “el poder de la ambición” y “el poder del corazón”.

En sus reflexiones finales, la investigadora también advierte sobre un vacío institucional y estadístico en torno a esta población. Hasta hace poco, la única fuente oficial eran los registros del Registro Social de Hogares, un sistema voluntario que muchas personas en situación de calle desconocen o directamente desconfían.

“¿Cómo se diseñan políticas públicas si ni siquiera sabemos cuántas personas viven realmente en la calle?”, cuestiona.

Recién en el Censo de 2024 se incorporó por primera vez a esta población, un avance significativo, aunque tardío. En cuanto a los programas gubernamentales, Azócar es crítica: iniciativas como “Vivienda Primero”, “Plan Protege Calle” y “Noche Digna”, aunque bien intencionadas, resultan insuficientes.

“En Chile se reacciona solo en invierno y con recursos centralizados, sin considerar la realidad completa de quienes habitan la calle. Necesitamos dejar atrás el asistencialismo y avanzar hacia un enfoque basado en derechos y autonomía”, sostiene.

¿Cuál es entonces el mensaje central de esta investigación? Que las personas en situación de calle no son casos perdidos, ni cifras en una planilla, sino sujetos sociales, con historias, afectos, estrategias de sobrevivencia y memorias compartidas.

“No podemos seguir siendo observadores pasivos ante su exclusión”, enfatiza Azócar. “Esta tesis es también una invitación a cuestionar lo establecido, a pensar nuevas formas de habitar nuestras ciudades y construir comunidad”, concluye.

Antropólogo investigó la incorporación de Educación Sexual integral en Chile liceos públicos asegura: “Es crucial, realmente puede salvar vidas”

El antropólogo de la Universidad Austral de Chile, Maximiliano Rogel Álvarez, investigó los desafíos y oportunidades que tenía implementar Educación Sexual en Chile en liceos públicos de Valdivia. En su investigación, desarrollada durante todo 2024 para lograr el grado académico y título profesional, reveló ciertas necesidades claves para que su implementación sea efectiva: articulación entre comunidades educativas, redes externas, y toda la comunidad escolar.

Desde la implementación de la Ley 20.580, que establece la obligatoriedad de impartir Educación Sexual Integral (ESI) en los liceos a través de planes de sexualidad, afectividad y género —con un mínimo de dos horas—, su aplicación ha sido irregular y marcada por avances y retrocesos. Esto se debe, en gran parte, a que la ley otorga amplia autonomía a cada establecimiento educacional, dejándolos sin lineamientos claros ni apoyo sistemático para su desarrollo.

Es en ese contexto que Maximiliano Álvarez, actual antropólogo titulado de la Universidad Austral de Chile, decide involucrarse directamente en la elaboración de planes de sexualidad, afectividad y género en establecimientos educacionales, motivado por su experiencia en el DAEM durante su práctica profesional. “En ningún establecimiento habían trabajado antes con un antropólogo para desarrollar planes ESI. Esto es algo totalmente nuevo para ellos, y eso ya hablaba de una gran carencia”, asegura.

Según Rogel, muchos planes recaen exclusivamente en un o una docente sin formación específica ni apoyo suficiente:  “La ley mandata a hacer el plan, pero no entrega herramientas reales; básicamente deja a cada colegio haciendo lo que puede”, enfatiza.

Además, explica que, si bien algunos colegios logran articular redes externas —como la Escuela de Obstetricia de la UACh, centros juveniles y otros—, la mayoría desconoce que puede acceder a ese tipo de apoyo: “En una capacitación con 18 establecimientos, 15 no sabían que podían solicitar apoyo”, subraya.

Brechas generacionales y desafíos internos

“La ESI no es solo una clase más: es información que realmente puede salvar vidas”, asegura el joven investigador. Aún así, comenta que, durante su trabajo en terreno, descubrió que la implementación no está exenta de desafíos: mientras profesores jóvenes desarrollan las actividades con entusiasmo, docentes de mayor edad tienden a resistirse.

“Había discusiones sobre si ciertas actividades eran apropiadas o no. Algunos decían que era ‘demasiado’”, relata.

En sus conclusiones, también comenta que la Educación Sexual Integral sigue marcada por un fuerte sesgo heteronormativo, lo que, en sus palabras, invisibiliza otras formas de relaciones sexoafectivas, altamente frecuentes entre los y las jóvenes.

“Se sigue trabajando mucho con figuras heteronormadas, dejando fuera otras experiencias. Hay que diversificar el enfoque”, subraya.

Hallazgos destacados

El investigador destaca que uno de los hallazgos más relevantes fue constatar un alto nivel de conocimiento propio entre los estudiantes:
“Conversando con ellos, decían que ya sabían mucho de lo que se les enseñaba, incluso más que sus profesores. Hay un desfase generacional evidente, y eso genera tensión”, asevera.

No obstante, Rogel advierte que la juventud no es homogénea: también hay estudiantes con posturas muy conservadoras, influenciadas por discursos de ultraderecha: “Algunos quieren aprender más, otros se resisten abiertamente a estos contenidos”.

Una Educación Sexual Integral con retroalimentación y políticas claras

Rogel subraya la necesidad urgente de una ley específica que regule de forma clara y uniforme la implementación de la ESI. Esto debería ir acompañado de una capacitación sistemática para los equipos educativos y de mecanismos anuales de evaluación.

“Hoy los colegios, liceos o centros educativos no evalúan cómo les fue con la Educación Sexual Integral. Nadie sabe si el plan funcionó o no. Es urgente incorporar evaluaciones para mejorar”.

En ese sentido, el antropólogo enfatiza que la ESI debe ser comprendida como una herramienta transversal, comunitaria, necesaria y no adoctrinante: “La ESI enseña a reconocer emociones, a poner límites, a respetar a otros. Por eso puede salvar vidas”, concluye.

Lavkenmapu en disputa: saberes mapuche y política pública en tensión

José Francisco Cox Lagos es antropólogo titulado en el año 2024 de la Universidad Austral de Chile. Su investigación de tesis se adentró en las complejas dinámicas socioestatales que atraviesan el Lavkenmapu, con especial atención a la figura del tukukan (huerta tradicional mapuche) y su relación con las políticas públicas rurales. Su profesor patrocinante fue Roberto Morales En esta entrevista, reflexiona sobre los cruces entre la cosmovisión mapuche, la intervención estatal y los desafíos de las nuevas ruralidades.

¿Qué te llevó a investigar las dinámicas socioestatales en el Lavkenmapu y cómo defines la relación entre el tukukan y la chacra?

Mi interés surge de una práctica profesional con INIA en el territorio, donde estaban investigando la huerta tradicional. Esas salidas a terreno con Sebastián me dieron el empujón: las entrevistas con las lamgen me hicieron cuestionar la política pública en ese contexto y me llevaron a escalar hacia una antropología del Estado. Siempre me ha interesado el desarrollo rural, en gran medida porque mi mamá siempre ha trabajado en el campo, aunque desde la veterinaria.

La relación entre tukukan y chacra es muy distinta. El tukukan no es solo un espacio productivo, sino sumamente íntimo y a veces estético; responde a los intereses personales de quien lo cultiva, a su vida, a su historia. En cambio, la chacra tiene un enfoque más productivo, por eso encuentra mayor cercanía con la lógica institucional.

¿Cómo describiste la interacción entre usuarios mapuche e instituciones del Estado en tu investigación? ¿Cuáles son los principales desafíos que enfrentan?

Trabajé en torno a la figura de los usuarixs del PDTI, no con comunidades como tal. La relación con la institucionalidad es principalmente instrumental. Los desafíos están en las confianzas, en la colaboración entre ambas partes, y también en las capacidades de involucramiento de las instituciones. Muchas veces las buenas intenciones terminan en asistencialismo si no van más allá de cumplir metas de corto/mediano plazo.

¿Qué impacto tiene la intervención del Estado en las prácticas tradicionales del Lavkenmapu, especialmente en el uso de la tierra y los recursos naturales?

Se evidencian cambios en la matriz socioproductiva. Se reduce el uso de prácticas tradicionales como el uso de desechos del campo, como compostajes o el guano, y se privilegia el uso de fertilizantes químicos y semillas comerciales. Todo esto depende también de factores sociológicos como el tipo de hogar, la mano de obra disponible, y la intención de producción; en cultivos de autoconsumo es menor el uso de químicos, no así en lo destinado a venta.

¿Cómo influyen las estructuras socio-políticas y las políticas públicas en las relaciones sociales dentro de las comunidades?

Aunque no trabajé con comunidades como tal, noté que la institucionalidad podría hacer mucho más en fortalecer el tejido social. Hoy predomina la figura del individuo por sobre lo colectivo, y eso perpetúa formas que alejan a las personas de lo comunitario. La institucionalidad debería trabajar desde la figura de la comunidad, no solo desde la familia o el individuo.

¿Qué rol cumple el territorio (Lavkenmapu) en la identidad y resistencia mapuche?

Es fundamental. No solo como símbolo, sino como una territorialidad activa: el territorio es lo cultural en movimiento, lo que se hace y cómo se hace. Está presente en los vínculos con la tierra y en las prácticas socioproductivas. La relación con el territorio es indivisible para los usuarixs territorializados.

¿Qué tensiones surgieron entre el tukukan y las normativas estatales?

Existen racionalidades distintas. Desde la institucionalidad, el tukukan pierde valor porque no es un espacio productivo en el sentido tradicional. Pero para las lamgen, es un espacio íntimo, que responde a sus necesidades estéticas y prácticas. La perspectiva institucional es productivista y se distancia de la lógica del autoconsumo que caracteriza al tukukan tradicional.

¿Identificaste estrategias de resistencia o adaptación frente a las políticas estatales?

Sí, principalmente el uso instrumental del Estado. Muchos usuarixs tienen núcleos familiares pequeños y han perdido prácticas colectivas como el mingako. Entonces, adaptarse implica usar tecnologías, conseguir un tractor o insumos, lo que puede parecer contradictorio, pero rompe con esencialismos. Usan las herramientas del sistema desde una racionalidad cultural distinta.

¿Cómo impactan estas dinámicas en las nuevas generaciones mapuche y su vínculo con las prácticas tradicionales?

El desarrollo rural que promueve el Estado fragmenta la visión comunitaria al centrarse en individuos. Las nuevas generaciones enfrentan el desafío de rearticular los saberes ancestrales en un contexto donde el tejido social ha perdido fuerza y queda relegado a la memoria. Pero al mismo tiempo hay un deseo de volver al campo y resignificar esos conocimientos.

Desde una perspectiva antropológica, ¿cómo ves la relación entre la cosmovisión mapuche y la gestión estatal del territorio?

El Estado fragmenta el territorio en tierras individualizadas, lo que lo vuelve un medio legal más que cultural. Aunque hay discursos sobre “territorio” desde la institucionalidad, estos no se articulan en políticas públicas reales. Por ejemplo, los PDTI podrían pensarse desde la comunidad, no solo desde la familia.

La cosmovisión está presente en la autocomprensión de los sujetos, pero la noción de territorio articulado varía mucho según el lugar. En algunos sectores como Lleulleu aún se practican dinámicas como el mingako, mientras que en otros hay escasa comunicación entre vecinos. Pensar la gestión del territorio requiere considerar múltiples elementos: el uso de tecnologías, la disponibilidad de agua, la comunidad, la cosmovisión, las forestales. Estas últimas afectan no solo la recolección de lawen o hongos, sino también la disponibilidad de agua y tierra.

 ¿Qué consejo le darías a quienes se inician en la Antropología y quieren estudiar la relación entre pueblos originarios y Estado?

Que rompan con los esencialismos. La realidad está llena de grises, discursos tristes o contradictorios que también son potentes. Esas áreas grises tienen su brillo, sus propias racionalidades. Y que el análisis sea relacional: los actores están en diálogo constante, las instituciones no son tan estáticas como parecen, y los agentes del Estado son múltiples.

Prestar atención a los detalles: herramientas, animales, plantas… Todo eso también tiene valor en el vivir de las personas. No solo lo humano importa en las redes sociales y simbólicas. Esos detalles marcan la diferencia en cómo se comprenden las actividades rurales hoy.

Wladimir Riquelme Maulen, antropólogo y docente: “Lo que hay que tener es la facilidad para dudar, si eso existe, que ingresen a Antropología”

En voz de quienes lo viven, hoy la antropología es un oficio con múltiples espacios para participar; desde aplicación en políticas públicas, pasando por la reflexión a través de documentales, hasta la elaboración de informes y peritajes. Lo que sí parece claro es que se trata de un campo que ni el avance de la tecnología puede reemplazar; donde un observador está siempre presente y aporta al conocimiento desde el profundo vínculo de confianza.

Wladimir Riquelme Maulén es antropólogo, docente de la Universidad Austral de Chile, específicamente en el Instituto de Estudios Antropológicos, donde imparte la materia de “América Precolombina” para la carrera de Pedagogía en Historia. Pero su trabajo va mucho más allá del aula: también trabaja en el Observatorio Ciudadano y ha desarrollado investigaciones en temáticas ambientales, de pueblos originarios y territorio. 

Actualmente, colabora activamente en mesas territoriales, comunidades y organizaciones mapuche, en que elabora informes, peritajes antropológicos y asesora en decisiones políticas, judiciales o institucionales.

Está terminando un Doctorado en Arquitectura y Estudios Urbanos en la Pontificia Universidad Católica de Chile, enfocado en conectar el espacio, el territorio y la vida comunitaria desde una perspectiva antropológica. Sumado a todo lo anterior, es documentalista y co-dirigió obras como “Palin” (2024, junto a Víctor Cuchipe) y “Wiñotuay chi lewfü” (2023, junto a María Ignacia Ibarra) donde ejemplifica cómo se puede investigar y narrar desde el registro audiovisual.

En sus palabras, la antropología es un oficio con fuerte presencia. En todas sus áreas, reflexiona, sigue siendo una carrera necesaria para comprender el mundo. Además, que es un oficio que se hace en colectivo, junto a colegas de diversas disciplinas. Eso lo hace muy entretenido, pensar en colectivo es muy importante para el mundo que nos toca vivir.

Documental, investigación y docencia

Para el profesional, la investigación hoy puede hacerse de muchas maneras. También señala que las nuevas generaciones son críticas, tienen intereses diversos y son claros en manifestarlo. Destaca que son sinceras respecto a lo que les importa -y lo que no- y que eso es una ventaja.

“Estamos rodeados de tecnologías, pero el pensamiento crítico, la confianza y los vínculos, son algo que la Inteligencia Artificial no puede reemplazar”, enfatiza.

En ese sentido, la antropología se vincula estrechamente con el trabajo en terreno y las comunidades. Recuerda que, en sus primeros años como estudiante, participó en trabajos de campo con antropólogos recién egresados de la Universidad Austral de Chiley que aquella forma más profunda de hacer investigación marcó su trayectoria.

“Son formas de  generar vínculos sinceros a lo largo del tiempo, después uno vuelve a esos lugares y la gente se acuerdan”, comenta, sobre el hecho de haber estado entrevistando a comunidades y agrega: “La antropología tiene la particularidad de vincularse con las personas, que otras disciplinas no las tienen tanto”.

Ese mismo formato de hacer vínculos aparece en su trabajo documental. El que agrega en su trabajo como docente, fomentando la habilidad de análisis en sus alumnos, a través del formato documental.

“Siempre tenemos el perjuicio de que las generaciones nuevas no leen. Pero si uno vemos a un documental como un documento de análisis, lo ven entero, analizan y comprenden en profundidad”. Con ello reflexiona que las formas cambian, pero el propósito es el mismo.

Sobre el futuro de la disciplina

Al respecto, Riquelme comenta que el futuro de la disciplina es algo que no se puede reemplazar: “La reflexión, escribir un texto, leer, registrar procesos, documentar historias, hacer cosas… yo creo que son difíciles de reemplazar. Por ahí vamos a seguir teniendo pega”.

Y deja un consejo para quienes consideran estudiar la carrera: “Recomendarles a los nuevos estudiantes que más que buscar información sobre la carrera, piensen en cómo les gustaría ser posterior a que ingresen: ¿oficinas? ¿terreno? (…) mi mensaje es que piensen en eso, como se ven en un futuro haciendo la profesión y realicen actividades con que sean felices”.

Finalmente, comparte una idea que resume su manera de habitar el oficio: “La antropología permite estar ahí, siempre”.

ENTREVISTA | Entre el Cuerpo y la Máquina: Isaac Rivas Moya y la Crítica al Mundo Digital desde la Antropología

En un mundo donde lo digital parece haberse convertido en una extensión natural de nuestras vidas, la tesis de Isaac Nehemías Rivas Moya, titulada “Redes, seres e incertidumbre: una discusión re-imaginativa sobre la ciberantropología y el ciberespacio” (UACh, 2023), propone detenernos a pensar el vínculo entre humanidad, tecnología y ciberespacio desde una perspectiva crítica, filosófica y profundamente antropológica.

Graduado de la carrera de Antropología de la Universidad Austral de Chile, Rivas trabajó bajo la tutela del profesor Fernando Maureira Estrada y el profesor informante Mauricio Mancilla Muñoz. Su tesis dialoga con pensadores como Franco “Bifo” Berardi, Yuk Hui y Arturo Escobar, y se embarca en una profunda reflexión sobre cómo nos relacionamos —o dejamos de relacionarnos— con la tecnología.

– ¿Cuál es el principal hallazgo o propuesta que plantea tu tesis sobre el vínculo entre seres humanos, tecnología y ciberespacio?

Mi tesis plantea una crítica al modo en que el pensamiento occidental ha concebido históricamente a la tecnología como algo separado de lo humano, como una especie de “extrañeza útil” que llega desde afuera. Desde los conflictos entre los sofistas y los socráticos, pasando por Platón, hasta las concepciones modernas de la antropología, ha existido una escisión entre técnica y cultura.

Pero como dice Erik Davis, “hemos sido cyborgs desde el año 0”. La técnica no es un añadido, sino una constituyente de lo humano. La propuesta central de mi tesis es que, más allá del tono apocalíptico que ha teñido muchas reflexiones sobre lo digital, podemos —y debemos— abrir un espacio para reimaginar el vínculo entre tecnología y humanidad. En vez de temer la desensibilización de nuestras experiencias por la aceleración digital, podemos usar esa transformación como una oportunidad para replantear nuestras concepciones sobre lo humano.

– En tiempos donde pasamos gran parte de nuestras vidas conectados, ¿por qué es urgente mirar el mundo digital desde la antropología?

La antropología ha estado en deuda con la reflexión tecnológica. Hoy, nuestras relaciones sociales ya no se articulan solo en lo presencial, sino en flujos invisibles de datos, en algoritmos que interactúan con nuestras emociones y decisiones.

En mi tesis realicé una ciberetnografía con modelos de lenguaje, como GPT, para observar cómo las inteligencias artificiales comienzan a integrarse a nuestras vidas cotidianas como interlocutores, como espejos de nuestras emociones, incluso como herramientas de catarsis. ¿Qué hace la antropología ante esto? ¿Qué hacen las humanidades cuando los foros digitales están llenos de personas interactuando con inteligencias artificiales como si fueran terapeutas?

Para mí, es urgente entrar en estas discusiones sin tecnofobia. Las siguientes generaciones crecerán con estas tecnologías, y necesitamos marcos críticos y sensibles para comprenderlas.

– ¿Cómo cambian nuestras relaciones sociales y nuestras ideas de comunidad en un entorno digital? ¿Qué rol juega la incertidumbre en esto?

Las relaciones se reconfiguran desde la afinidad más que desde la cercanía geográfica. Internet permite que comunidades heterogéneas se formen a partir de intereses compartidos, pero también es un espacio de constante mutación y producción semántica.

La incertidumbre, en ese contexto, se convierte en una herramienta. No como falla epistémica, sino como un ethos, una actitud crítica frente a lo dado. En los entornos digitales, donde los agentes no siempre son humanos y donde la realidad puede ser fácilmente distorsionada, la incertidumbre nos ayuda a mantenernos atentos, a sospechar y a pensar más allá de lo evidente.

– ¿Cómo se vive lo humano en lo digital? ¿Estamos ante una nueva forma de “habitar” el mundo?

La palabra “habitar” para mí es un tanto complicada; la asocio con permanencia, y en la digitalidad las cosas rara vez permanecen. Quizás estamos frente a un deshabitar: deshabitamos espacios que creíamos propios de la experiencia humana para dar paso a este nuevo agente que es la tecnología. Deshabitamos para movernos hacia la aceleración de un mundo que cada vez se nos hace más extraño si lo miramos con los lentes conceptuales del pasado.

Incluso con el cuerpo, podríamos hablar de una deshabitación de nuestra corporalidad. Esto ya sucede con lo que algunos llaman “cultura de la prótesis”. En este contexto, el término “humano” se queda corto para abordar muchas de estas transformaciones, y ahí surge el poshumanismo como una forma interesante de pensarlas.

Si entendemos lo poshumano como una constante creación de concatenaciones que disuelven oposiciones metafísicas (como humano/técnico, natural/artificial), y reconocemos que la relación del homo faber con la técnica ha existido siempre, entonces —como sugiere Yuk Hui— siempre hemos sido poshumanos. Se vuelve urgente que actuemos como tales: que pensemos nuevas formas de relacionarnos con tecnologías que parecen inhumanas, pero que son la otra cara de nuestra existencia. Reflexionar tecnológicamente es una manera de reivindicar nuestra inhumanidad para pensar después del fin, incluyendo en esa reflexión a la biodiversidad y desplazando el antropocentrismo.

– ¿Qué mitos o ideas equivocadas sobre la vida en redes sociales crees que tu investigación ayuda a desmontar o matizar?

A mi parecer suele existir recurrentemente una confusión entre lo que son las redes sociales y la creciente vida digital. Es evidente que las redes sociales componen un lugar esencial en esta digitalidad, pero recorremos los parajes ciberespaciales también cuando leemos un artículo de Wikipedia, interactuamos con softwares inteligentes, usamos plataformas de streaming, o nos desenvolvemos en mundos como la publicidad, la edición, los videojuegos y muchas otras formas co-creativas con estas tecnologías.

Por otra parte, en relación directa con las redes sociales, existe una especie de demonización algorítmica, en la cual culpamos por completo a estas plataformas por la idiotización del contenido, asumiendo que es solo una fórmula matemática la que determina lo que consumimos. Pero sabemos hoy en día que una fórmula no puede explicar a cabalidad un algoritmo si no se considera dentro de un fenómeno más complejo de interacciones algorítmicas.

La idea persistente de que las tecnologías no nos pertenecen termina profundizando estas brechas conceptuales, generando antagonismos casi irresolubles entre personas que se saturan de contenido “brainrot”, sin ver que entrenan a su propio algoritmo con ese tipo de interacciones, como si fuera una profecía autocumplida.

Tiziana Terranova, teórica italiana, tiene un artículo en el libro Aceleracionismos, donde dice que aunque el capital se apropie de estas tecnologías para generar valor y control neuro-totalitario, eso no significa que no podamos hacer nada con ellas. Al contrario, sugiere que debemos recuperar su capacidad de expresar valores estéticos, sociales y éticos. Aquí se vuelve fundamental la educación digital, que nos permita discernir y elegir el contenido que deseamos consumir, y cómo queremos relacionarnos con estas plataformas.

– Tu tesis habla de una discusión “re-imaginativa” sobre el ciberespacio. ¿Qué significa eso y por qué crees que es necesario repensar lo digital?

La idea de “re-imaginativa” surge porque el concepto de ciberespacio ha sido moldeado, muchas veces, por narrativas poco críticas o directamente escapistas, como la del cyberpunk o la declaración de independencia del ciberespacio de John Perry Barlow.

Barlow concebía el ciberespacio como un universo inmaterial, libre de los límites del cuerpo. Pero eso es una ilusión. Toda esa supuesta “inmaterialidad” requiere de una infraestructura física brutal: servidores, cables, energía, minería de datos. Por eso creo que es urgente repensar el ciberespacio desde una mirada crítica y materialista, una que considere tanto sus promesas como sus contradicciones.

– ¿Qué tipo de nuevas preguntas crees que debería hacerse la antropología frente al avance de la inteligencia artificial y los algoritmos en la vida cotidiana?

Hay una entrevista al antropólogo británico Tim Ingold que me parece muy ilustrativa. Él plantea que la antropología debe ir más allá del canon tradicional que la define como el estudio de la otredad humana. Sugiere que debe pensarse como una disciplina especulativa, no solo empírica.

El mayor problema hoy es que la antropología ha fundido su estatuto epistémico con la etnografía, lo cual genera conflictos en ambientes profundamente digitales, donde el empirismo entra en crisis: ¿qué es un hecho en lo digital?, ¿puede observarse realmente?, ¿cómo definimos lo real en estos contextos?

Ignorar estos problemas conceptuales solo agudiza los temores y las confusiones. Por eso, necesitamos una antropología que no tema especular, imaginar, incluso alucinar. Y para eso, se vuelve crucial incluir a la filosofía, especialmente la filosofía de la tecnología, como una herramienta conceptual clave.

No podemos seguir separando filosofía y ciencia. Para abordar la inteligencia artificial y los algoritmos, necesitamos una antropología que se atreva a pensar en futuros posibles sin perder de vista su pasado. Una antropología que se pregunte por el futuro, para no quedar atrapada en su historia.

– Desde tu experiencia ¿cómo motivarías a otros jóvenes a estudiar antropología para comprender fenómenos actuales como las redes, el control digital o la virtualidad?

Que no teman relacionar la antropología con lo que más les llama la atención. No solo con lo digital o lo virtual. El científico también vive de sus deseos y sueños: lee en las vigilias, escribe en el insomnio.

No tengan miedo de no tener certezas sobre lo que quieren hacer. Abracen la incertidumbre que a veces paraliza, e inspírense en ella. Inspírense en el desconocimiento, en la falta de verdades.

Si quieren investigar temas de tecnología, cultiven una actitud autodidacta: aprendan herramientas digitales, familiarícense con software, lean sobre filosofía y técnica. Y, sobre todo, cuestionen cómo pensamos y usamos la tecnología. Como ya dije, nos pertenece, y pensarla también es una forma de reclamarla.

Dr. Cristian Yáñez Aguilar: académico UACh obtuvo el Premio Nacional Rodolfo Lenz

Será entregado por la Sección Folklore de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía en la ciudad de Santiago el miércoles 11 de diciembre a las 11:30 horas en el Salón del H. Senado del Congreso Nacional.

Por su valiosa y sólida contribución a los estudios y difusión de la cultura tradicional folklórica y popular de nuestro país, la Sección Folklore de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía entregará al académico de la Universidad Austral de Chile, Dr. Cristian Yáñez Aguilar, el Premio Nacional Rodolfo Lenz 2024, categoría Investigación.

La Sociedad de Folklore Chileno fue fundada el 18 de julio de 1909 por el Dr. Rodolfo Lenz, distinguido académico alemán contratado por el Gobierno de Chile en 1889, para realizar docencia en el Instituto Pedagógico. La fundación de la sociedad la realizó conjuntamente con destacados intelectuales de la época, la misma que posteriormente en 1911 colaboró activamente en la fundación de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía, convirtiéndose en su Sección Folklore.

Como homenaje a su fundador, el Directorio de la Sección ha establecido a partir del presente año 2024 el Premio Nacional Rodolfo Lenz en dos categorías: Investigación y Trayectoria.

“Es una responsabilidad enorme”

Para el Dr. Cristian Yáñez, se trata de un reconocimiento que recibe con un enorme sentido de responsabilidad y humildad. “Agradezco profundamente a la Sección Folklore de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía. Es una responsabilidad enorme porque es una institución continuadora de la Sociedad del Folklore Chileno, la entidad pionera en el país y América Latina que dio inicio -bajo este enfoque- el estudio de las manifestaciones populares en el marco del surgimiento de las ciencias sociales en Chile”.

Agrega que “con mucha honra porque además el premio rememora la figura del Dr. Rodolfo Lenz, impulsor de la Sociedad del Folklore Chileno y un intelectual que abrió espacios pioneros en Chile e impulsó la valorización de los conocimientos y las manifestaciones genéricas populares en el mundo académico. Ello me ha tenido pensando sobre la enorme responsabilidad que implica este reconocimiento”.

También recibe este premio “con una sensibilidad colectiva. En ese sentido, pienso en la importancia del quehacer que se desarrolla en la Facultad de Filosofía y Humanidades y, en particular, desde el Instituto de Comunicación Social donde he desarrollado mi actividad académica de docencia e investigación siempre con el apoyo cariñoso de mis colegas”.

“Pienso en nuestros estudiantes que son el motor de nuestra actividad docente e investigativa. Como alumni también porque la Universidad Austral de Chile es mi alma mater y fue aquí donde descubrí que el mundo académico puede ser una instancia de desarrollo epistémico y sociocultural cuando se asume con compromiso y perseverancia”, señala.

¿Qué es lo que más destacarías de tu contribución?

“Primero, hemos venido desarrollando un estudio de manifestaciones genéricas populares desde enfoques contemporáneos, especialmente comunicativos, de los estudios folklóricos. Lo segundo es el trabajo de vinculación con los nuevos paradigmas del campo de los estudios folklóricos que se han desarrollado a través de postgrado en universidades norteamericanas, europeas y en algunos centros de América Latina como la Universidad de Buenos Aires (UBA) en la Facultad de Filosofía y Letras. Lo tercero es un esfuerzo por historizar la historia del campo del folklore en Chile”.

¿Por qué es importante en el Chile de hoy revitalizar los estudios y difusión del folklore de nuestro país?

“El campo cultural del folklore convoca especialmente a artistas que siguen distintos fundamentos estéticos, a veces con un capital conceptual explícito o en otras bastaste implícito. Actualmente muchos de los marcos conceptuales provienen de áreas como las artes y en ocasiones de algunas disciplinas sociales, pero no siempre desde los denominados estudios folklóricos. También destacan comunicadores sociales y gestores culturales que enmarcan sus prácticas profesionales en el campo del folklore o que utilizan de distintas formas esta categoría. Además, al igual que en varios países de América Latina, la categoría folklore –más o menos entre 1930 y 1970- se institucionalizó en espacios gubernamentales. Más o menos por esa época se produjo una brecha entre planteamientos que se venían desarrollando desde la década del 40 y lo que a partir de fines del siglo XX se conoció como las Nuevas Perspectivas de los Estudios Folklóricos. Estos últimos se hicieron cargo de temáticas como el nacionalismo, la cuestión de las identidades, el colonialismo, los conflictos, las tradiciones, y también incorporaron la cuestión de la profundidad epistemológica”.

“Sin embargo, y por razones que además conectan con los procesos políticos del período, se terminó por generar un distanciamiento de la academia con los planteos del siglo XX y, por ende, con la propia categoría de folklore pese a que esta ha seguido siendo clave en espacios socioculturales relevantes. A eso se suma la enorme presencia de la enseñanza del folklore que, en Chile, forma parte del currículum de asignaturas que las y los niños cursan en la enseñanza básica y media y que forma parte de los procesos de socialización. Esos son algunos elementos que nos mueven a intentar aportar incorporando la visibilización de algunos paradigmas contemporáneos que pudiesen entrar en diálogo, por un lado, con los desarrollos académicos, pero también con los propios agentes que forman parte del campo y quienes de a poco se incorporan a él como artistas, educadores, comunicadores o gestores”.

Lo interesante que no solo estudias el folclor si no que lo pones en práctica. ¿Cómo es esa mixtura entre teoría, investigación y práctica?

“Mi vinculación con el campo artístico del folklore viene desde mi infancia en la Isla de Quehui, archipiélago de Chiloé. Mi abuelo Agustín Aguilar fue músico isleño en las mingas y medanes que vivió como parte de su contexto. Posteriormente mi madre Tatiana Aguilar ya participó en el campo artístico del folklore a través de los Conjuntos Folklóricos del Magisterio en Chiloé, lo mismo que mi padre Ramón Yáñez, que es compositor de muchas canciones que recogen memorias del mundo insular y hablan de las transformaciones sociales y ambientales. Siempre participé de este mundo desde lo vivencial. Posteriormente en mi calidad de estudiante UACh integré el Ballet Folklórico hasta los últimos años en que estuvo el Prof. Julio Mariángel. La Universidad Austral de Chile fue el espacio donde encontré herramientas que me llevaron a comenzar a pensar sobre todo este caudal de expresiones desde un posicionamiento más analítico y crítico. Luego pude avanzar en el estudio de los nuevos paradigmas en la pasantía doctoral en la Universidad de Buenos Aires o en el Folklore Fellow Summer School. Por supuesto que todo este tiempo ha sido clave mi vinculación con investigadores de la Red de Folkcomunicación en Brasil, especialistas en manifestaciones expresivas a nivel internacional y con mis colegas del ICOM y facultad que desarrollan un muy significativo trabajo en temáticas culturales desde las ciencias sociales o la semiótica”.

¿Qué mensaje podrías compartir a las y los alumnis UACh y a las y los estudiantes?

“A las y los estudiantes les diría que aprovechen el espacio que ofrece la universidad como instancia formativa pero que no se queden solo con la cuestión instrumental de los conocimientos sino que siempre tomen las herramientas para aportar a la sociedad desde el punto de vista de los saberes que cultivan. Como ex estudiante valoraría el que viniendo de un mundo isleño del que aprendí mucho, tuve aquí la posibilidad de desarrollar un camino académico que descubrí mientras cursaba asignaturas en el pregrado (periodismo) y de que siempre tuve el estímulo para desarrollar búsquedas aunque éstas no se enmarcaran en los paradigmas predominantes”.

Destaca trayectoria

Doctor en Ciencias Humanas, mención Discurso y Cultura, Universidad Austral de Chile. Cursó el Folklore Fellows’ Summer School, en la School en University of Eastern Finland (UEF), Finlandia. Realizó estancia doctoral para estudios sobre las Nuevas Perspectivas de los Estudios Folklóricos en torno a las teorías de la performance en la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Es Magíster en Comunicación por la Universidad Austral de Chile (UACh) y Postítulo en Investigación Musical, por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV). Licenciado en Comunicación Social, Bachiller en Humanidades y Ciencias Sociales, y Periodista por la UACh. Miembro de la Confederación de Acordeonistas de Chile. Realizó estudios en el Programa Profesional en Acordeón en el Conservatorio Nacional de Acordeón CNA-Chile. Profesor Adjunto en el Instituto de Comunicación Social en la Universidad Austral de Chile desde donde imparte clases de pre y postgrado. Cuenta con más de setenta publicaciones entre autoría de libros, edición de libros y capítulos, además de artículos académicos.

Entre algunas de sus publicaciones como autor y coordinador de libros se pueden mencionar los siguientes: “Maestros, cultores y folkloristas: una aproximación histórica a los Conjuntos Folklóricos del Magisterio en Chiloé. Ediciones Kultrún” (2023). “Seguidillas: Ecos, melodías y contextos de un género folklórico más allá de las fronteras”, volumen II, Editorial La Mancha (España), junto a Lola Segarra y Francisco Javier Moya Maleno (2024), y Volumen I (COYDE Los Ríos), 2022. También publicó el libro “Folklore y Comunicación: enfoques para el análisis cultural” (Editorial Ediciones Universidad de La Frontera), coordinado junto al Dr. Fernando Fischman, y “Canto, memoria y fiesta en Chiloé Insular: Gozos y cantos religiosos en las islas de Quehui y Chelín” (Texto Contexto, 2017), entre otros. Además de capítulos de libro y artículos en revistas académicas. Coordinador de la DTI “Folkcomunicación” en la Asociación Iberoamericana de Investigación en Comunicación y “Vice-coordinador” del GT1 “Comunicación Intercultural y Folkcomunicación”, de la Asociación Latinoamericana de Investigación en Comunicación. Para el período 2022-2024 ha sido Presidente de IOV (Organización Internacional de Arte Popular) Sección Chile y miembro del Directorio de la Corporación Cultural Municipal de Valdivia. Trabaja en el ámbito artístico con agrupaciones del campo cultural del folklore.

Dr. Roberto Morales es el nuevo director del Instituto de Estudios Antropológicos

Por tres años, el académico encabezará al equipo de docentes de planta, planta adjunta y funcionarios que pertenecen al Instituto de Estudios Antropológicos de la Facultad de Filosofía y Humanidades, cargo desde el que promueve la responsabilidad triestamental para avanzar hacia una real participación de todos los estamentos en la UACh.

El plan de gestión para el Instituto que presentó el Dr. Morales, que continúa lo realizado en las direcciones de los períodos anteriores, busca proyectar a la unidad como un referente de la macro-región sur-austral y del país, para el diálogo y difusión de investigaciones desarrolladas por su equipo docente.

La idea es innovar y fortalecer al Instituto, por lo mismo incorporé a mi plan aspectos propuestos por mis colegas, pensando en la constitución de equipo que coordine los ejes de docencia de pregrado, de postgrado, de investigación y de vinculación con la idea de tener una dirección más colectiva de la unidad”, señaló el docente.

EL Instituto de Estudios Antropológicos, en consonancia con los valores de la UACh, asume la responsabilidad de llevar a cabo una docencia de excelencia en pre y postgrado, el compromiso de investigación y reflexión crítica respecto de la cultura, la sociedad, el conocimiento y el entorno natural, a través de una perspectiva interdisciplinaria de los procesos que acontecen en el sur-austral.

Sobre esto último, el Dr. Morales afirmó que la suma de dos sociólogos a su planta, Hugo Romero y Max Cortés, vendrá a apostar por un instituto que si bien mantiene el eje en los estudios antropológicos apuesta por la interdisciplinaridad de las ciencias sociales para la formación de sus profesionales. Uno de los proyectos para el próximo año es la apertura del Magíster en Antropología, proyecto que ya se encuentra en proceso de ser presentado para su revisión.