
“No hay que esperar el Día del Patrimonio para visitar un museo”. Con esa invitación, Alessandra Bertolo resume el espíritu de su investigación, una tesis de pregrado que pone en valor a los museos de base comunitaria, estos espacios muchas veces invisibles pero profundamente vivos, sostenidos por la vocación, la memoria y el afecto de quienes lo construyen.
Su trabajo, titulado “Tras las vitrinas: prácticas y discursos en la gestión de museos de base comunitaria de la Región de Los Ríos, Chile”, fue desarrollado para optar al título de Antropóloga en la Universidad Austral de Chile. Durante más de un año, Alessandra convivió con las personas que gestionan tres de estos espacios: el Museo Escolar Hugo Günckel en Corral, el Museo Despierta Hermano Malalhue y el Centro Cultural Museo y Memoria de Neltume. Su investigación no solo se centró en cómo funcionan estos museos, sino en cómo sus gestoras y gestores les dan sentido, los sostienen con esfuerzo cotidiano y los entienden como herramientas de transformación social y educativa.
Un museo que se toca
Una de las partes más importantes de la tesis aborda las prácticas museográficas y cómo estas desafían la lógica tradicional del museo. En vez de centrarse en la conservación distante del objeto, los museos comunitarios que Alessandra estudió apuestan por la vinculación directa, emocional y cotidiana con su entorno.
Un caso especialmente llamativo fue el del Museo Escolar Hugo Günckel, ubicado dentro de una escuela rural en Corral. “Alessandra explica que durante los recreos, los niños entraban al museo, abrían las vitrinas y jugaban con los objetos. La escena le generó a Alessandra una contradicción inicial formada en museos más formales, donde todo se observa sin tocar, pero pronto comprendió que en ese lugar el museo no es una sala aparte, sino un espacio vivo, integrado a la rutina escolar.

“Me explicaron que el vínculo con el objeto no es contemplativo, sino táctil, incluso afectivo. El museo se habita como parte de la escuela”, relata.
Esta lógica se repite en otros espacios. En el Museo Despierta Hermano Malalhue, por ejemplo, se pide permiso para ingresar, ya que ciertos objetos tienen valor espiritual para la comunidad mapuche. En ambos casos, lo importante no es solo el objeto, sino lo que representa para quienes lo donaron o lo comparten.
La tesis destaca que en estos museos, la selección y disposición de las piezas responde más a vínculos simbólicos y emocionales que a criterios técnicos. Los objetos no solo se exhiben: se narran, se tocan, se resignifican. Así, el museo se vuelve un lugar donde la historia y la vida cotidiana se cruzan en cada gesto, en cada guiado, en cada conversación.

La gestión como acto afectivo
Poner en el centro el rol de los gestores comunitarios, es uno de los ejes centrales de esta investigación. Lejos de ser profesionales del patrimonio o museólogos de formación, muchas veces son profesores, vecinos o familiares que, con vocación y esfuerzo, sostienen estos espacios con trabajo voluntario y recursos personales. Alessandra analizó cómo los discursos sobre lo comunitario, la horizontalidad, el trabajo colectivo, la pertenencia territorial se traducen en prácticas cotidianas marcada por el esfuerzo, la sobrecarga y, sin embargo, una profunda entrega.

“Hablamos de sostenibilidad más allá del financiamiento. Hay sostenibilidad en las redes, en el trueque, en el cariño, en el compromiso”, explica.
Sin embargo, también hay tensiones. Las lógicas institucionales exigen resultados, rendiciones, formalidades que no se ajustan a estas realidades rurales y colaborativas. Muchos gestores no tienen tiempo ni conocimientos técnicos para postular a fondos. teniendo que aportar dinero de sus bolsillos para mantener el museo. La tesis propone el concepto de gestión afectiva, para dar cuenta de estas dimensiones invisibilizadas del trabajo cultural.
Una crítica al modelo tradicional
A lo largo de su investigación, Alessandra lanza una crítica directa al modelo dominante de museo: centralizado, urbano, monumental y muchas veces excluyente, ya que según ella, los modelos de gestión patrimonial que se imponen desde el Estado no se ajustan a estos espacios. Su propuesta apunta a la necesidad de políticas públicas diferenciadas, que reconozcan la diversidad de formas de hacer museo, sobre todo en contextos locales, rurales y comunitarios.
“Es urgente sistematizar cuántos museos comunitarios existen realmente, visibilizar sus prácticas y pensar en apoyos que no vengan a imponer, sino a acompañar”, plantea.
Más allá de los resultados, Alessandra espera que su investigación motive a otros a mirar su propio entorno. “Hay museos por todo Chile que no conocemos solo porque no están en Santiago o no salen en la prensa”, dice. “No hay que esperar el Día del Patrimonio. Están abiertos todo el año, con actividades, con historia viva”.
La invitación final es simple pero potente, salir a buscar, a conocer y a valorar esos museos que existen gracias al esfuerzo de estas personas, que creen que la cultura no se guarda bajo llave, sino que se vive libremente en comunidad.



El Dr. Alberto Galaz, Doctor en Ciencias de la Educación, Université de Rouen y Académico del Instituto de Ciencias de la Educación de la Universidad Austral de Chile, lidera una investigación que indaga en cómo las y los docentes ejercen su autonomía profesional frente a las políticas de evaluación del desempeño, con el objetivo de aportar evidencia situada para el diseño de políticas públicas legítimas y contextualizadas.
Lo que comenzó como una tesis de pregrado se transformó en una experiencia inmersiva en la historia, la cultura y las redes afectivas de una comunidad que ha sabido sostener su identidad a través del mar. Su investigación fue realizada en el marco del FONDECYT N°11231127: “Prestaciones del paisaje en contexto de capitalismo posindustrial. Los futuros turísticos en dos zonas rurales archipelágicas de Chile” dirigido por la Dra. Asunción Díaz Álvarez.
La temporada de pesca de la langosta se extiende desde el 1 de octubre hasta el 14 de mayo, seguida por una veda que va del 15 de mayo al 30 de septiembre. Este calendario no fue impuesto desde fuera, sino que surgió por iniciativa de los mismos pescadores, quienes desde 1925 organizaron prácticas sostenibles para preservar la especie.
Uno de los hallazgos más potentes de la investigación fue el sistema de marcas, las cuales se pueden definir como coordenadas del mar donde cada familia coloca sus trampas, basadas en herencia y respeto comunitario. Las marcas no están registradas oficialmente, pero nadie las cuestiona. Algunas marcas tienen más de 120 años de historia y son parte del legado que se transmite entre generaciones. Aprender a ubicar una marca no es simple. Antes del uso de GPS, los pescadores debían hacer triangulaciones visuales entre montañas, piedras y puntos de referencia costera para identificar el lugar exacto. “Es un arte. Me contaron de pescadores que demoraron hasta 10 años en aprender a reconocerlas. Hacer una marca nueva era aún más complejo: requería exploración, paciencia y suerte”.
Durante los meses más duros de la pandemia, mientras gran parte de la población permanecía resguardada en sus hogares, Pilar Azócar —entonces tesista y hoy antropóloga— comenzó a desempeñarse como monitora social en un albergue municipal de Osorno. Lo que comenzó como una oportunidad laboral, se transformó en el punto de partida para una investigación etnográfica que recoge, con sensibilidad y profundidad, los relatos de personas en situación de calle: una población históricamente invisibilizada tanto en las estadísticas como en el discurso institucional, según la autora.
En sus reflexiones finales, la investigadora también advierte sobre un vacío institucional y estadístico en torno a esta población. Hasta hace poco, la única fuente oficial eran los registros del Registro Social de Hogares, un sistema voluntario que muchas personas en situación de calle desconocen o directamente desconfían.
El antropólogo de la Universidad Austral de Chile, Maximiliano Rogel Álvarez, investigó los desafíos y oportunidades que tenía implementar Educación Sexual en Chile en liceos públicos de Valdivia. En su investigación, desarrollada durante todo 2024 para lograr el grado académico y título profesional, reveló ciertas necesidades claves para que su implementación sea efectiva: articulación entre comunidades educativas, redes externas, y toda la comunidad escolar.
El investigador destaca que uno de los hallazgos más relevantes fue constatar un alto nivel de conocimiento propio entre los estudiantes:
José Francisco Cox Lagos es antropólogo titulado en el año 2024 de la Universidad Austral de Chile. Su investigación de tesis se adentró en las complejas dinámicas socioestatales que atraviesan el Lavkenmapu, con especial atención a la figura del tukukan (huerta tradicional mapuche) y su relación con las políticas públicas rurales. Su profesor patrocinante fue Roberto Morales En esta entrevista, reflexiona sobre los cruces entre la cosmovisión mapuche, la intervención estatal y los desafíos de las nuevas ruralidades.
¿Qué rol cumple el territorio (Lavkenmapu) en la identidad y resistencia mapuche?
Desde una perspectiva antropológica, ¿cómo ves la relación entre la cosmovisión mapuche y la gestión estatal del territorio?
Wladimir Riquelme Maulén es antropólogo, docente de la Universidad Austral de Chile, específicamente en el Instituto de Estudios Antropológicos, donde imparte la materia de “América Precolombina” para la carrera de Pedagogía en Historia. Pero su trabajo va mucho más allá del aula: también trabaja en el Observatorio Ciudadano y ha desarrollado investigaciones en temáticas ambientales, de pueblos originarios y territorio.
“Son formas de generar vínculos sinceros a lo largo del tiempo, después uno vuelve a esos lugares y la gente se acuerdan”, comenta, sobre el hecho de haber estado entrevistando a comunidades y agrega: “La antropología tiene la particularidad de vincularse con las personas, que otras disciplinas no las tienen tanto”.
En un mundo donde lo digital parece haberse convertido en una extensión natural de nuestras vidas, la tesis de Isaac Nehemías Rivas Moya, titulada “Redes, seres e incertidumbre: una discusión re-imaginativa sobre la ciberantropología y el ciberespacio” (UACh, 2023), propone detenernos a pensar el vínculo entre humanidad, tecnología y ciberespacio desde una perspectiva crítica, filosófica y profundamente antropológica.
Agrega que “con mucha honra porque además el premio rememora la figura del Dr. Rodolfo Lenz, impulsor de la Sociedad del Folklore Chileno y un intelectual que abrió espacios pioneros en Chile e impulsó la valorización de los conocimientos y las manifestaciones genéricas populares en el mundo académico. Ello me ha tenido pensando sobre la enorme responsabilidad que implica este reconocimiento”.
“Sin embargo, y por razones que además conectan con los procesos políticos del período, se terminó por generar un distanciamiento de la academia con los planteos del siglo XX y, por ende, con la propia categoría de folklore pese a que esta ha seguido siendo clave en espacios socioculturales relevantes. A eso se suma la enorme presencia de la enseñanza del folklore que, en Chile, forma parte del currículum de asignaturas que las y los niños cursan en la enseñanza básica y media y que forma parte de los procesos de socialización. Esos son algunos elementos que nos mueven a intentar aportar incorporando la visibilización de algunos paradigmas contemporáneos que pudiesen entrar en diálogo, por un lado, con los desarrollos académicos, pero también con los propios agentes que forman parte del campo y quienes de a poco se incorporan a él como artistas, educadores, comunicadores o gestores”.
Doctor en Ciencias Humanas, mención Discurso y Cultura, Universidad Austral de Chile. Cursó el Folklore Fellows’ Summer School, en la School en University of Eastern Finland (UEF), Finlandia. Realizó estancia doctoral para estudios sobre las Nuevas Perspectivas de los Estudios Folklóricos en torno a las teorías de la performance en la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Es Magíster en Comunicación por la Universidad Austral de Chile (UACh) y Postítulo en Investigación Musical, por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV). Licenciado en Comunicación Social, Bachiller en Humanidades y Ciencias Sociales, y Periodista por la UACh. Miembro de la Confederación de Acordeonistas de Chile. Realizó estudios en el Programa Profesional en Acordeón en el Conservatorio Nacional de Acordeón CNA-Chile. Profesor Adjunto en el Instituto de Comunicación Social en la Universidad Austral de Chile desde donde imparte clases de pre y postgrado. Cuenta con más de setenta publicaciones entre autoría de libros, edición de libros y capítulos, además de artículos académicos.