Cambiar es Avanzar: UACh igualdad y conciencia de género

Desde octubre y hasta la finalización del año académico, nuestra Universidad se encuentra ejecutando un plan destinado a sensibilizarnos como comunidad universitaria en torno a las desigualdades de género, con el propósito de acercar las distintas políticas, reglamentos y comisiones en materia de género y diversidad a directivas y directivos, estudiantes, académicas y académicos y personal de administración y servicios.

El objetivo es avanzar hacia una cultura de respeto, desde una perspectiva de género y derechos, que contribuya a generar una comunidad universitaria libre de acoso, violencia y discriminación. Esta iniciativa es parte de las políticas institucionales, pero también uno de los compromisos suscritos entre autoridades y estudiantes de nuestra casa de estudios, tras las movilizaciones de este año.

Pese a los esfuerzos globales realizados durante las últimas décadas la situación de las mujeres y de las minorías sexuales en el mundo sigue en una posición de asimetría. Múltiples indicadores y fuentes dan cuenta de la desigualdad entre hombres y mujeres en las más diversas dimensiones de la vida: la participación en el trabajo, el acceso a igual salario, la participación en política y, en el ámbito universitario, la aún desigual participación de las mujeres en la ciencia y, en la dirección y liderazgo de las instituciones de educación superior.

Nuestro país ha sido testigo de las movilizaciones para develar y poner fin a un problema estructural, impulsadas en buena parte por estudiantes y académicas de educación superior. De hecho, dicha ola de movilizaciones tuvo uno de sus puntos de partida en nuestra Universidad, lo que es motivo de valoración y reflexión para una institución que busca contribuir al debate público desde todos los espacios. En efecto, las movilizaciones de estudiantes y académicas han logrado permear a la sociedad e instalar la desigualdad de género y la violencia hacia las mujeres en el centro del debate, buscando impulsar transformaciones de toda justicia, lo que habla de una comunidad consciente de la posición que ocupa en la sociedad y de su disposición a ser protagonista de las transformaciones por las que atraviesa el país.

La Universidad Austral de Chile, en concordancia con su misión pública, ha diseñado una serie de estrategias para avanzar en igualdad de género. Así lo ha consensuado la comunidad universitaria al impulsar una temprana promulgación de una Política de prevención y sanción del acoso, violencia y discriminación en la comunidad universitaria (2015), la posterior conformación del Comité Paritario de Género y Diversidad y la aprobación de sucesivos reglamentos que regulan la denuncia, investigación y sanción de estas situaciones entre los integrantes de nuestra casa de estudios.

Sin embargo, la institucionalidad que la Universidad ha generado no resuelve por sí misma las brechas persistentes, siendo necesario invertir en mayores esfuerzos orientados hacia la consolidación de una cultura del respeto al interior de la comunidad. En este sentido, la Universidad Austral de Chile manifiesta su compromiso de seguir avanzando en equidad de género, por medio de una serie de acciones que serán dadas a conocer oportunamente, en lo que se ha denominado “Cambiar es Avanzar: UACh igualdad y conciencia de género”. Estudiantes, docentes, personal de administración y servicios y directivos, debemos reflexionar y avanzar hacia una cultura del respeto, libre de prejuicios.

La invitación a la comunidad universitaria es a sumarse activamente a la iniciativa “Cambiar es Avanzar: UACh igualdad y conciencia de género”, a derribar prejuicios y a comprometerse con un cambio que ayudará a que seamos una mejor Universidad y una mejor sociedad.

Un saludo afectuoso,

Óscar Galindo Villarroel

Rector

Carola Otth Lagunas

Prorrectora

Presidenta Comité Paritario de Género y Diversidad

Valdivia, octubre de 2018

Igualdad de género, una tarea pendiente

Las elecciones Presidencial, Parlamentarias y de Consejeros Regionales de noviembre próximo han reabierto el debate en torno a la presencia de la mujer en espacios de decisión. Si bien las mujeres, a lo largo de la historia, han hecho valiosas y vitales contribuciones en los campos del saber, la creación y la política, su aporte sigue siendo insuficientemente visibilizado. La obra de intelectuales de la talla de Rosa Luxemburgo, Marie Curie, Frida Kahlo, Virginia Woolf, Gabriela Mistral, Simone de Beauvoir y Rigoberta Menchú, entre otras, no pasa desapercibido al desarrollo de la política, las artes y la ciencia. Sin embargo, las mujeres que han tenido éxito en estos campos han sido persistentes, obstinadas, rebeldes e independientes, cualidades profesionales que son bien valoradas cuando se trata de varones, pero no siempre consideradas como virtudes al momento de juzgar el desempeño de las mujeres.

El mayor desafío de las mujeres ha estado en romper con un prejuicio histórico, que itera sobre sus “inferiores” capacidades intelectuales. En su obra La descendencia del hombre y la selección en relación al sexo (1871), Charles Darwin declaró que la igualdad de género era imposible porque “las facultades intelectuales” son “siempre superiores en los varones que en las mujeres”. Los varones son simplemente mejores –en palabras de Darwin– en sagacidad, razón, imaginación, o el mero uso de los sentidos y de las manos”, porque sus cerebros, durante el proceso de evolución, se hicieron superiores debido a la necesidad de ser eficientes cazadores recolectores.

Aunque el panorama intelectual ha cambiado y hoy en día hay muy pocos científicos dispuestos a ratificar los dichos de Darwin, las instituciones formativas, en su historia, no escaparon a este prejuicio. Recién, a mediados del siglo XIX se comenzaron a eliminar las normas que prohibían el ingreso de las mujeres a las universidades y, décadas más tarde, se les concedió la posibilidad de realizar postgrados, con lo cual, por primera vez, tuvieron la opción de convertirse en investigadoras y profesoras universitarias. La insigne Gabriela Mistral, en un breve texto de juventud, “La instrucción de la mujer”, publicado en La Voz de Elqui el 8 de marzo de 1906, señala: “Instrúyase a la mujer; no hay nada en ella que le haga ser colocada en un lugar más bajo que el del hombre. […] Tendréis en el bello sexo instruido, menos miserables, menos fanáticas y menos mujeres nulas”.

La defensa de Mistral a las mujeres poco a poco ha logrado tener éxito, pero junto a la falta de acceso a los espacios formativos y de toma de decisiones, los logros científicos y académicos de las mujeres han sido invisibilizados.

Tradicionalmente, las mujeres han sido relegadas a los papeles secundarios en la producción y autoría científica, incluso, a veces, sus descubrimientos han sido asignados a colegas varones. Así lo narra, por ejemplo, la película estadounidense Talentos ocultos (Hidden Figures, 2016), que recupera la historia real de las matemáticas afroamericanas que fueron clave, en la década de los 60, para que la NASA pudiera enviar al primer hombre a la luna.

A pesar de las mejoras generales en materia de igualdad de género en todo el mundo, persisten las asimetrías. Mientras que el número de mujeres que se gradúan de las universidades, en la mayoría de los países de OCDE, es superior al de los varones, sus contribuciones siguen siendo inferiores, por ejemplo, en la autoría de trabajos académicos y científicos. Este escenario da la razón, una vez más, a Simone de Beauvoir, quien afirmó que “el gran hombre nace de la masa y lo arrastran las circunstancias, pero la masa de las mujeres queda al margen de la historia, y las circunstancias son para cada una de ellas un obstáculo y no un trampolín”. En el fondo, no es la supuesta “inferioridad de las mujeres” la que determina su desatención histórica sino, por el contrario, la desatención histórica condena a las mujeres a la inferioridad.

Como han mostrado diversos estudios, los problemas de la desigualdad y falta de equidad no es un asunto individual, sino que está profundamente arraigado en la estructura de la sociedad. La desigualdad de género se hace manifiesta en la estructura del matrimonio y las lógicas familiares, en el trabajo y la economía, en la política y en la religión, en las artes y otras producciones culturales, incluso en el mismo idioma que compartimos. Hacer que mujeres y varones tengan los mismos derechos y oportunidades, requiere soluciones sociales y no individuales.

Desde mediados del siglo XX, la proliferación de los movimientos feministas ha impulsado el debate en torno a los mercados de trabajo y a la desigualdad salarial entre los géneros, junto con reivindicar la participación de las mujeres en puestos de dirección en ámbitos profesionales, gobiernos e instituciones culturales. Muchas organizaciones se han comprometido en esta lucha y desde la creación de ONU Mujeres en julio de 2010, se ha buscado “promover la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres”, para mejorar sus condiciones de vida y responder a las necesidades que enfrentan en el mundo.

Si bien la situación en nuestro país ha ido cambiando en la última década, por ejemplo, en las universidades, donde hay cada vez más mujeres a la vanguardia de muchos proyectos docentes y de investigación, aún hay un número importante de sutiles barreras que dificultan sus carreras académicas. No sólo hay escasez de mujeres en posiciones de liderazgo, sino que muchas no son tan visibles como sus contribuciones lo merecen. Tener pocas mujeres representadas en el escalafón más alto de la jerarquía académica crea una falta de modelos para atraer y retener a las jóvenes profesiones.

Recientemente, con motivo de la celebración del 63° Aniversario de la Universidad Austral de Chile, un grupo de estudiantes y profesores de la Escuela Periodismo de esta casa de estudios, elaboraron un breve documental que releva los logros y contribuciones de 7 destacadas mujeres en la etapa fundacional de esta institución. Se trata de las funcionarias Gabriela González, Irma Herrera y Kate Taylor; las académicas Inés Gebhard Paulus, Aracely Poblete y Gladys Santos; y la estudiante Carmen Laucirica Weiss, quienes desde sus ámbitos y responsabilidades aportaron en forjar una universidad que tiene un irrestricto compromiso con el bienestar social y el desarrollo sustentable de las comunidades de la región sur austral del país.

En un contexto político cambiante como el nuestro, la comunidad académica e intelectual debe unirse en la lucha por la democratización del acceso y la visibilización del trabajo intelectual de todos sus integrantes. Al mostrar la diversidad y la excelencia investigadora de las mujeres y aprovechar sus experiencias, es posible no sólo mejorar la visibilidad de su trabajo científico, sino también proporcionar modelos a seguir. Finalmente, se trata de encarnar una sociedad muy distinta en lo cultural y hacer efectivo un nuevo “contrato social”, que fortalezca la creatividad e innovación para promover el desarrollo económico, social y cultural.