A 50 años del Golpe de Estado en Chile. Las huellas del pasado y futuro para la democracia.

Columna de opinión Decana Karen Alfaro Monsalve

Los tiempos de conmemoraciones se constituyen en un espacio “bisagra” entre el pasado, el presente y el futuro, en que nos volcamos como sociedades a elaborar críticamente nuestra experiencia en relación con el tiempo histórico. En esta distancia critica, la historia y la memoria juegan un rol fundamental. La historia narra los procesos a través de las huellas irrefutables que nos llegan del pasado. Esta precisión resulta de gran relevancia en esta conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado en nuestro país, en el que sectores antidemocráticos, renunciando a la verdad histórica, se aferraron al pinochetismo como proyecto político de futuro.

Mientras en el mundo los actos conmemorativos se multiplicaron como posicionamiento de defensa de la democracia, en nuestro país los sectores radicalizados de la derecha se restaron del conjunto de actividades oficiales. Lo más preocupante de estas señales, es la búsqueda de dotar de legitimidad el quiebre de la democracia que puso fin al gobierno del presidente electo Salvador Allende y que instauro una de las dictaduras más largas y criminales de la historia.  Jamás un dictador podrá ser un demócrata, aunque muera impunemente, relativizar esto es transgredir un pacto civilizatorio,  que distingue entre el valor de la vida y la muerte.

El pasado mes de agosto se suicidó el ex brigadier del ejercito Hernán Chacón Soto, quien era uno de los siete militares condenados a prisión por la Corte Suprema por su participación en los actos de torturas y asesinatos de Víctor Jara y el abogado Littré Quiroga. Chacón se quitó la vida antes de ser traslado a prisión. El suicidio de los criminales es una señal pública,  de que siguen siendo “amos del poder de dar vida o de dar muerte”, este gesto se acompaña de jamás haber asumido sus responsabilidades en los crímenes de lesa humanidad, no hemos escuchado “Yo fui”. Pero no asumir, no les quita la responsabilidad en los hechos, menos aún la responsabilidad histórica de haber fundado su poder en base a la muerte, a la tortura , a la detención con desaparición, a las violaciones sistemáticas de los derechos humanos de miles de personas, que portaban un proyecto histórico profundamente democrático.

La búsqueda del poder absoluto de la derecha antidemocrática los lleva hoy a monopolizar el diseño de la nueva constitución, en la que vuelven al pinochetismo como fuente,  frente a la imposibilidad de ofrecerle a nuestra sociedad una propuesta de futuro,  bajo los principios y marcos democráticos. No hay futuro para el pinochetismo, en las sociedades que defendemos la democracia.

“La paz, un ideal que supera fronteras”

En un breve ensayo de 1795, titulado Hacia la paz perpetua, el filósofo alemán Immanuel Kant sostiene que para alcanzar una paz duradera los estados deben subordinar sus intereses individuales a un sistema jurídico universal. Se trata de garantizar unos “derechos innatos e inalienables, que son necesariamente inherentes a la humanidad”. Kant aboga por una constitución política basada en la libertad de los miembros de cada sociedad, en la sujeción de todos a una legislación común y en la absoluta igualdad entre sus ciudadanos. Si bien estas ideas conforman el corazón de las democracias modernas, las tensiones y brechas no han dejado de crecer en todos los ámbitos.
En 1981 la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el Día Internacional de la Paz, que a partir de 2001 se conmemora cada 21 de septiembre. Este día se propone no solo como un momento para discutir cómo promover y mantener la paz entre los pueblos, por encima de sus legítimas diferencias, sino también como un período de 24 horas de alto el fuego entre grupos y países en conflicto armado. Este año, donde Ucrania se ha convertido en el teatro de operaciones de las superpotencias, esta aspiración común se hace aún más relevante.
Sin embargo, lograr una paz duradera –como proponía Kant– implica mucho más que deponer las armas. Requiere la construcción de una sociedad donde todos sus integrantes puedan desarrollarse en libertad, erradicando toda forma de discriminación. Por ello, Naciones Unidas estableció como lema para este 2022: “Pon fin al racismo. Construye la paz”. El Secretario General, António Guterres de Oliveira, afirmó: “El racismo sigue envenenando las instituciones, las estructuras sociales y la vida cotidiana en todas las sociedades”.
La paz, en tanto ideal que supera fronteras, será posible cuando seamos capaces de desterrar toda forma de racismo, xenofobia e intolerancia. Ninguna de nuestras convicciones, ya sean filosóficas, políticas o religiosas, debe interponerse en la aspiración de convivir en solidaridad y justicia. Sobre estos pilares debe edificarse una nueva constitución para Chile. Un pacto social que escuche todas las voces y aborde las causas profundas de la desigualdad.

Relatos de vida, trayectorias docentes

El 26 de junio se celebra en México el Día del pedagogo y la pedagoga. Una fecha para reconocer y celebrar a los profesionales de la educación que se dedican a la Pedagogía, cuerpo de conocimientos que, junto con la Filosofía, la Antropología, la Psicología, la Sociología, la Didáctica y las neurociencias es fundamental para la comprensión y el diseño de los procesos educativos. Cabe señalar que, aunque el significado etimológico de la palabra es “guía del niño”, el conocimiento pedagógico no se limita a la infancia. Ahora, aunque la definición etimológica nos remite a Grecia, el conocimiento sistemático sobre la educación tiene antecedentes en otras culturas.  

Lo que sabemos de la antigüedad griega es que existía el pedotriba, el citarista y el gramático que hacían las funciones de maestros o expertos en la enseñanza de conocimientos culturalmente validados. Al gramático, que enseñaba a leer, escribir y contar, posteriormente se le llamó didáscalo. Los pedagogos de entonces -dice Abbagnano en su Historia de la pedagogía– “tenían como tarea acompañar a los muchachos a la palestra o disdaskáleia, donde se verificaba la enseñanza colectiva, y vigilar su comportamiento”, algo así como los choferes, escoltas o guaruras que ahora llevan a los niños de su casa a la escuela y los regresan sanos y salvos. Es obvio que, para nuestra fortuna, en 25 siglos el concepto se amplió. 

Actualmente, la Pedagogía apunta a la mejora de la educación, deseo socialmente compartido, aunque discutido en los medios y formas que habrán de seguirse para conseguirlo. En cada Estado, las políticas públicas, en general, y las políticas educativas, en particular, palabras más, palabras menos, reconocen el carácter estratégico de la educación y disponen acciones orientadas no sólo a garantizar este derecho a su población, sino al mayor logro académico. Esta es finalmente la bandera de los acuerdos nacionales, actualizaciones, reformas, contrarreformas y nuevas reformas. Mas, ¿cómo transformar las prácticas educativas? 

El libro Trayectorias de docentes del sur en tiempos de reformas y cambios educativos, coordinado y editado por Marcelo Arancibia Herrera, profesor de la Universidad Austral de Chile (publicado por Ediciones Kultrón, 2022) se enmarca en este interés pedagógico por la mejora. Indaga por el impacto positivo de la investigación educativa en la educación. Más aún, pregunta qué aportan las narraciones de las vidas de los docentes a la comprensión del fenómeno educativo. Y si bien el estudio se realizó en Chile, teniendo en cuenta las reformas educativas del país que experimentó un “estallido social” en 2019 y como muchos otros tuvo que replantear la educación en 2020, es útil para comprender lo que se vive en otras regiones del mundo. 

El libro trata sobre las historias de los docentes. Desde tiempos antiguos, los seres humanos hemos aprendido escuchando y contando historias, al grado que podemos decir que estamos hechos de historias gracias a las cuales conectamos la realidad con la imaginación, asignamos valores, construimos significados comunes. ¿Y por qué es importante atender a las historias de los docentes? Porque son agentes educativos con una alta responsabilidad en los resultados académicos. Porque la biografía profundiza en todos los aspectos que no caben en los formatos y formularios. Porque en el relato de su trayectoria profesional están las huellas de las reformas y los cambios vividos. Porque no es lo mismo extender el mapa en el escritorio que recorrer el aula como territorio. Porque “la docencia es una profesión en peligro de exhibición” y si los profesores se desempeñan ante la mirada de otros, merecen que su voz sea escuchada. 

En este sentido, este libro es relevante ya que, como apunta Arancibia, “las narrativas emergen como opción para dar cuenta de las vidas personales-profesionales, así como de los contextos políticos, sociales y culturales que sostienen el desarrollo de las existencias, de la realidad situada de los sujetos que coadyuvan en la construcción de la sociedad que vivimos”. Así, frente a una perspectiva que homogeneiza el fenómeno educativo, el relato revela un espacio-tiempo escolar plural e irreductible que posibilita un conocimiento más amplio del fenómeno. 

Seis son las biografías que integran el libro. A través de ellas, los docentes expresan las razones y los motivos que los llevaron a elegir la docencia, las circunstancias y las influencias, entre las que destacan la familia y la presencia de profesoras o profesores memorables. La formación recibida en las aulas y las primeras prácticas con estudiante terminó por confirmar su vocación. Las primeras experiencias frente a grupo, a veces multigrado, incrementaron la sensibilidad para descubrir y atender las necesidades no sólo académicas, sino personales del estudiantado y la conciencia de la formación continua no como una opción, sino como una necesidad. 

Dada la experiencia de los docentes informantes, a través de sus historias el lector atestigua los retos y cambios que provocó la llegada de las computadoras al aula -a veces con internet, a veces sin internet- y el contraste con la irrupción de las TIC en el marco de la pandemia por COVID 19, pero sobre todo los efectos de las reformas educativas, la evaluación y promoción, tanto en la vida personal como en el desempeño profesional. Dedicación, esfuerzo y superación. 

Asimismo, se conoce y reconoce la contribución de los propios estudiantes a la formación del profesorado, la importancia de integrarse a la comunidad y hacer comunidad de aprendizaje. La solidaridad y el apoyo de los directivos y algunos colegas, sin omitir la envidia, indiferencia y falta de compromiso de otros colegas. No podían faltar algunas palabras sobre el Ministerio y otras instancias. 

Aproximarse a las biografías de los docentes ayuda a entender que “lo que ocurre en su espacio íntimo tiene que ver con lo que ocurre más allá en terrenos de políticas y niveles superiores del “sistema” educativo, pero a su vez este aprendizaje debe ser develado para que pueda ser compartido y así ocurra el aprendizaje entre pares a partir de la propia experiencia, que permita el mejoramiento educativo”, señala Arancibia. Y añade: “el Desarrollo Profesional se solidifica y potencia cuando se instala la colaboración entre pares como parte del sistema organizacional de una escuela”. 

Más aún: biografiar al docente es una forma de empoderarlo para “tomar posiciones críticas y reflexivas respecto de su quehacer situado” ya que el relato “evidencia tensiones, axiomas, dudas, realidades, concepciones, estrategias y proyecciones, tanto del camino seguido como de los efectos vinculados a la mejora continua de los procesos educativos que efectivamente ocurren en las aulas”. Y en esto reside el potencial formativo de la biografía. 

Va el reconocimiento a las pedagogas y los pedagogos por su contribución cotidiana a la mejora educativa y una felicitación en su día. 

Ver columna aquí https://hipocritalector.com/relajese-y-resignese/relatos-de-vida-trayectorias-docentes/

Valor de la investigación en Ciencias Sociales

El gobierno actual ha dado muestras concretas de reconocimiento al valor irremplazable de nuestras áreas para proyectar una transformación del “modelo de desarrollo”: en lo que va de este gobierno, el Ministerio de CTCI nos ha visitado en dos ocasiones. La primera fue una reunión junto al Ministro Flavio Salazar, el Decano de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UACh y colegas investigadores/as del área de Historia y Ciencias Sociales. En la ocasión enfatizamos la importancia de la investigación académica en Humanidades y Ciencias Sociales desde las universidades regionales y en función de las necesidades territoriales. Asimismo, en una segunda instancia, nos reunimos con la Subsecretaria Carolina Gainza, ex-Directora de nuestra Asociación, quien, junto a la Seremi Maite Castro, nos recibió junto a orgánicas territoriales e investigadores/as del Instituto de Artes Visuales de la UACh, donde tuvieron la oportunidad de mostrar parte de su trabajo y, nosotros, la ocasión de relevar la existencia e importancia de la investigación independiente que se hace desde los territorios: el arte, la danza, la poesía y la interdisciplina fueron las protagonistas.

Desde su fundación, la Asociación de Investigadores/as en Artes, Humanidades y Ciencias Sociales ha trabajado por dos fines entrelazados: por un lado, la visibilización y dignificación del trabajo de investigación en artes, humanidades y ciencias sociales, y, por el otro, la visibilización social de los aportes irreductibles e irremplazables que nuestras áreas realizan a los desafíos actuales de los conocimientos, de la ciudadanía, de los pueblos y del Estado. Un primer paso y muy importante fue la inclusión, en el 2018, por parte del Ministerio de Ciencias e Innovación, de los Conocimientos como parte  de su ámbito de interés, lo que ha sido la puerta de entrada para un mayor reconocimiento institucional de nuestras áreas. Hoy, las condiciones políticas están a nuestro favor, esperamos que los acuerdos, conversaciones y encuentros se concreticen y que esta voluntad se incorpore a las políticas internas de la UACh, para una real valorización y cuidado por las disciplinas que tanto sentido le pueden dar al mundo de hoy.

Opinión: Día Mundial de la Actividad Física y el Deporte

En un contexto socioemocional, comportamental y sanitario inédito, complejo y desafiante, que tenía como centro una pantalla y que, en su momento, representó el cese de la interacción física, la fractura de algunos códigos propios de socialización y la modificación de condiciones de base de las personas ,dio paso a una sociedad más cansada y vertiginosamente más afectada, impactando en el bienestar humano.

Lo descrito, ha obligado el despliegue de esfuerzos excepcionales, con el propósito de abordar de manera distinta e innovadora los nuevos procesos de construcción social.

Es en este contexto, que hoy 6 de abril, se celebra el día Mundial de la actividad Física y el deporte; conmemoración impulsada en su momento por la UNESCO y la OMS, respectivamente, cuyo propósito es relevar las externalidades positivas de la actividad física, el deporte y la recreación, en las distintas dimensiones del desarrollo humano , haciéndolos dialogar con los objetivos de desarrollo sostenible 2030(ONU,2015),otorgando especial énfasis a la Educación para el cambio social y cultural que se requiere, abriendo espacios para el reconocimiento y articulación de distintos saberes y disciplinas que potencien la formación humana, la paz, el encuentro de valores comunes y que promuevan una sana convivencia democrática, las identidades, la salud preventiva y el ocio , comprendiendo la educación como una mejora personal y colectiva.

En ese sentido, convergen múltiples estrategias y ámbitos disciplinarios, que, por cierto, pueden aportar significativamente al cambio del actual ethos social. Entre ellas, esta área, que posee un corpus teórico con amplias y múltiples evidencias científicas, sustentadas a través de diversas áreas de conocimiento y que posee experiencias vitales significativas.

Estas últimas, con distintas taxonomías, sentidos, objetivos y aulas sociales, constituyéndose en nuevas comunidades de aprendizajes para la vida y espacios educativos relevantes para la movilidad social.

Frente a esta realidad, se desprenden una serie de retos para la convención, los territorios, la institucionalidad y la ciudadanía, porque está claro: el cuerpo y el organismo del ser humano está diseñado también para el movimiento. Es a través de este cuerpo y su corporeidad, donde el ser humano con -vive, crece, se educa, se relaciona y se transforma (Castoriadis, 2006), por tanto, debe ser parte importante del progreso social y la tarea es, resignificarla.

La salud pública es con el pueblo

En su libro En el nombre del pueblo, del Estado y de la Ciencia. Historia Social de la Salud Pública en Chile 1880/1973 (Hacia una historia social del Siglo XX), la Dra. María Angélica Illanes Oliva, desarrolla una extraordinaria investigación historiográfica en donde el Estado de Chile no es el principal promotor de la salud pública, es el pueblo. El pueblo de los siglos XIX y XX que sufre la pobreza, injusticia y abandono. En donde las necesidades de salud no estaban exentas de importantes demandas en vivienda, trabajo, educación y alimentación. Las cuales fueron luchas que también la Dra. Illanes analiza magistralmente en el contexto de la salud pública en Chile.

La obra de la Dra. Illanes es un mensaje del Chile del pasado que hemos decidido ignorar. La pandemia por COVID-19 en nuestro país, no solo ha sido una catástrofe sanitaria en pérdidas de vidas, sino también ha entregado una imagen que nuestra actual sociedad individualista quiere olvidar: la pobreza, injusticia e inequidad. Una vez más y en pleno siglo XXI, hemos sido testigos de como el pueblo organizado ha debido hacer frente a la alimentación a través de las ollas comunes -las cuales por cierto no aparecieron con la pandemia-, las malas condiciones de habitabilidad, el hacinamiento, la perdida de sus fuentes de empleo, el rezago de la educación de hijas e hijos y la necesidad de superar la brecha digital para acceder a las medidas de protección social. 

Con todo esto, quiero relevar la obra de la Dra. Illanes, que seguirá contribuyendo en las nuevas generaciones de chilenas y chilenos, para entender la relevancia de los procesos sociales, la organización y la participación de diversos actores de la sociedad civil en los asuntos públicos y no solo la obra que atañe a la salud pública, sino también el resto de su trabajo historiográfico, que nos recuerda que no se puede avanzar en una mejor salud pública si no se consideran las condiciones de vida de las comunidades de forma integral. Las luchas sociales para el acceso a la vivienda, trabajo digno, medio ambiente, educación y salud continúan. Y la mayoría de esas luchas son lideradas en gran parte por el pueblo organizado.

“El lenguaje crea incomodidad”. A propósito de lenguaje inclusivo, violencia machista y ortodoxia de la palabra.

Hace unos días, dos diputados de “Chile Vamos” ingresaron proyecto para prohibir el lenguaje inclusivo en etapa escolar porque son ideologías que “contaminan la educación de niños y adolescentes”. Como Francia, que prohibió el lenguaje inclusivo en las escuelas ya que sería un obstáculo para leer y comprender la escritura. ¿No es ideológica la prohibición impositiva? La revuelta de octubre de 2019 abrió la posibilidad de debatir con las infancias, juventudes, profesorado, madres, padres, personas al cuidado. No imponer desde la in-comodidad parlamentaria.

El currículum oculto es ideológico en tanto es sexista y binario, al promover dentro y fuera del aula, una idea del deber ser y el deber-nombrarse. Justamente lo que abrió la revuelta de octubre fue la posibilidad de debatir respecto a cómo pensamos el modelo educativo, más justo, más digno.

Debatir, no imponer desde la in-comodidad parlamentaria. Debatir con las comunidades involucradas, con las infancias y la juventud desde las aulas, desde el profesorado, pero también en el entorno que circunda la escuela: madres, padres, personas al cuidado. El lenguaje como un constructo móvil, donde permeen los horizontes de expectativas.

No decimos que el lenguaje inclusivo solucionará problemas como la violencia de género o la invisibilización. Pero sí es un gesto político, militante, que enriquece los debates críticos del esencialismo biológico, para repensar instituciones como la RAE, promotora de una arbitrariedad cultural dominante del lenguaje, diría Bourdieu. Un gesto que incomoda y plantea urgencias desde los mismos grupos que llamaron “minorías”.

En Argentina, con una Ley de Educación Sexual Integral (ESI) desde 2006, el lenguaje inclusivo está en las universidades, en las producciones académicas y la comunicación institucional. Chile no tiene ESI, pero algunas y algunos trabajamos para que esto ocurra a pesar de los argumentos conservadores que piensan la educación sexual como tema privado, de las familias, y no público, de las comunidades.

El lenguaje es uno de los frentes para pensar las relaciones sociales en su complejidad y diversidad. La “X” no reemplaza a la “A”, ni la “O”; nos recuerdan que el género es una construcción sociohistórica y que es necesario escuchar a quienes combaten la omisión, la misoginia, la violencia machista. El lenguaje tiene fuerza transformadora y capacidad de portar luchas. Propongamos uno que erradique las violencias, para imaginar futuros justos, amorosos y solidarios ahora.

17 de mayo – Día Internacional contra la homofobia, transfobia y bifobia

Este lunes 17 de mayo se conmemora un nuevo Día Internacional contra la homofobia, transfobia y bifobia. Establecido a partir de 2005, esta instancia nace como recordatorio de la decisión por parte de la Organización Mundial de Salud (OMS) que dejó de considerar a la homosexualidad como una afección mental según la Clasificación Internacional de Enfermedades en 1990. En la medida que el mundo ha transitado a una apertura y visibilización paulatina de las diferencias, las diversidades y disidencias sexuales han resignificado esta fecha como una instancia de denuncia y movilización en aquellas materias que siguen pendientes.  

Más allá del binarismo entendido bajo lógicas culturales de carácter patriarcal y heteronormadas, esta conmemoración impulsa a visibilizar y potenciar la responsabilidad política y ciudadana para reconocer posicionamientos que sobrepasan las fronteras del sexo, género e identidades hegemónicas. Si bien durante las últimas décadas hemos vislumbrado una apertura en torno a estas temáticas, aún no es suficiente, y al fragor del debate constituyente en Chile, es prioritario reconocer derechos efectivos, vinculantes y universales para todas, todes y todos. Es una tarea pendiente como sociedad, dado que todavía muchas voces están silentes, en la medida que la discriminación y sanción social a la diferencia, continúan operando en distintos escenarios.

Es importante reconocer que las normativas, leyes y reglamentaciones son necesarias y urgentes, pero no suficientes por sí solas. Los distintos colectivos sociales debemos dialogar en torno a las posibilidades y urgencias de construir marcos sociopolíticos y culturales que reconozcan, visibilicen y promuevan derechos, libertades y oportunidades en todos los espacios posibles. A pesar de los avances legales y la aparente apertura cultural, aun la realidad nos golpea y estremece, con ataques y crímenes de odio, que inclusive han aumentado durante los últimos años, evidenciando las contradicciones y necesaria interseccionalidad para afrontar las caminos y potenciales salidas.

Todo lo expresado anteriormente, debe interpelarnos directamente como universidades y centros educativos en general. En un marco de profundas transformaciones sociales y políticas, como espacios de formación debemos recoger ese guante, y avanzar en la visibilización, involucramiento y construcción de dinámicas institucionales y relacionales que propicien ambientes de respeto, pluralidad y reconocimiento legítimo de las diferencias, promoviendo una educación basada en Derechos Humanos.

En este día, un reconocimiento a todas, todes y todos quienes promueven, dinamizan y luchan en pro de la diversidad. Hoy más que nunca, nuestra voz es necesaria.

La casa que habito se llama lenguaje

“Somos los únicos seres que vivimos en el lenguaje”, solía repetir como un mantra el biólogo chileno Humberto Maturana, quien falleció el día de ayer a la edad de 92 años. El Premio Nacional de Ciencias (1994) sostuvo que el lenguaje no es simplemente una herramienta o un medio de comunicación –como comúnmente se entiende–, sino el fundamento de lo humano, que emerge como expresión de ciertos acuerdos alcanzados a través de nuestras conversaciones. Estemos hablando o no, siempre estamos en el lenguaje: pensamos y soñamos en él. Se trata de una forma de habitar, de fundar comunidad y cultura.

Maturana, junto a Francisco Varela, inició el camino de la así llamada “biología del conocer”, que desafió el paradigma lineal cartesiano. Si bien la idea de que el observador está involucrado en lo observado ya está presente en los desarrollos de la física cuántica, a partir de la introducción del concepto de autopoiesis, ambos autores sostienen que los seres vivos se producen a sí mismos y esa producción constituye el vivir. Siguiendo esta línea de pensamiento, la humanidad no puede ser entendida como una mutación genética, sino como una forma de vida donde hay placer en la compañía del otro, compartiendo la comida, las caricias y la ternura. Se trata de una deriva evolutiva que emerge de la intimidad de propia la comunidad humana.

En el año 2000, junto a Ximena Dávila, fundó el Instituto de Formación Matríztica, donde se dedicó a reflexionar sobre la naturaleza humana. En sus últimos libros afirma que somos seres biológicamente amorosos, que nacemos con la confianza de amar y ser amados. El amor es fundamental para la conservación de nuestra existencia y para constitución de nuestra identidad. Lo que entendemos como humanidad son relaciones conservadas y enamoradas a lo largo de muchas generaciones. Con la partida de Humberto Maturana, nuestro país pierde un árbol añoso que dio muchas hojas y frutos, pero en su lugar nos deja un fecundo árbol del conocimiento.

A 60 años del Riñihuazo: Memoria y actualidad

En estos días de julio se conmemoran 60 años de esa epopeya moderna que fue la “Operación Riñihue”. Es una historia que desde que llegué a Valdivia hace algunos años me impresionó profundamente. El terremoto de magnitud 9,5, que dos meses antes había transformado para siempre el sur de Chile, produjo tres grandes deslizamientos o ‘tacos’ que bloquearon el flujo de agua del río San Pedro o Wazalafquén, como lo llaman los Mapuche, el río encargado de llevar al mar las aguas que bajan a través de siete lagos desde la cordillera de los Andes hasta la bahía de Corral. Cerca de 450 paleros coordinados con ingenieros y técnicos trabajaron contra el tiempo para desaguar de manera controlada la enorme masa de agua que se acumulaba en el lago Riñihue como producto del bloqueo producido por los tacos. La memoria local recuerda el ‘Riñihuazo’ como una hazaña colectiva que permitió aplacar el enorme desastre que habría significado la descarga descontrolada de los 2.500 millones de metros cúbicos de agua almacenados. Esta historia contiene numerosas lecciones de solidaridad humana y nos hace reflexionar sobre nuestra frágil posición ante las fuerzas de la naturaleza. Pero hay un hecho que opaca esta conmemoración. Desde hace 12 años la empresa Colbún S.A. intenta imponer un peligroso proyecto hidroeléctrico en el río San Pedro. Se trata de una central hidroeléctrica de embalse sin regulación de 170 MW de potencia que significaría la construcción de una presa de 56 x 120 mts. a pocos kilómetros de los antiguos tacos que produjeron el ‘Riñihuazo’. Por más de una década la empresa no ha sido capaz de dar respuestas claras frente a las dudas de las comunidades que temen, con razón, que fenómenos sísmicos y deslizamientos como el de 1960 se vuelvan a producir, pero esta vez con una presa actuando como ‘taco’ deliberadamente impuesto. Por otra parte, Colbún no ha dado respuestas técnicamente satisfactorias a las numerosas observaciones hechas por científicos de la Universidad Austral que apuntan principalmente a riesgos geológicos, impactos en el paisaje, en el patrimonio paleontológico y en la fauna acuática. El proyecto, que ya tiene un 15% de avance, se encuentra detenido desde el 2011 a causa de la inestabilidad de la roca donde se construiría la presa. En el mes de septiembre Colbún debe presentar respuesta a las miles de observaciones, literalmente, hechas por servicios públicos y por la ciudadanía al último proyecto de adecuación presentado. Mientras las comunidades que habitan la cuenca proyectan una relación sustentable con el río, impulsando el turismo y el rescate del patrimonio natural y cultural, Colbún insiste en utilizar el agua como combustible en un proyecto energético que tiene, valga la metáfora, pies de barro. Más aún, negándose a asumir que la cuenca es un sistema socioecológico integrado y complejo, la empresa identifica como área de influencia del proyecto apenas un pequeño porcentaje del territorio al cual le incumbe una intervención de esta magnitud. Hace un tiempo, conversando sobre el modelo extractivo chileno, el ecólogo Juan Pablo Orrego me comentó que éste se caracterizaba por “destripar los territorios”. La imagen me quedó bien grabada y, tristemente, aplica bien en este caso. En un momento de crisis aguda como el actual debemos avanzar decididamente en restaurar, regenerar y conservar los espacios que son fuente de vida, no insistir en proyectos nocivos que sólo distribuyen daño ambiental y riesgo para la población. Ahora que conmemoramos la hazaña del ‘Riñihuazo’ no olvidemos que ésta consistió justamente en trabajar solidariamente para que el río pudiera fluir libremente, 60 años después trabajar con idéntico fin sigue siendo la mejor manera de honrar esa memoria.