Tanto en el primer como segundo gobierno de la derecha post transición a la democracia se asoma la bandera histórica de lucha que tiene este sector para llegar a todo el espectro de capas sociales: la seguridad. En su expresión contemporánea se evidencia en políticas y planes de acción que además de contener un fuerte componente coercitivo, como Estadio Seguro y Aula Segura, se han caracterizado por lo errático en la aplicación de estas políticas por ir a los tiempos que se manejan las encuestas y han sucumbido en dos problemas que afectan a la sociedad: el cortoplacismo y el santiaguismo.
Con respecto a lo primero, es frecuente escuchar en los discursos de la dirigencia de la UDI, RN y Evópoli, este último como nuevo referente comandado por Felipe Kast y sus discursos sobre la meritocracia, que ellos son los grandes expertos para administrar de manera eficaz los recursos del Estado, orientándolo a suplir ciertos requerimientos para la ciudadanía, pero en la realidad lo utilizan como réferi que arbitra a favor del mundo privado, el cual no piensa más allá de la ganancia inmediata y no ofrece al país un proyecto innovador basado en el desarrollo económico y equitativo.
En ese sentido, las políticas cortoplacistas han sido una constante en las administraciones de Piñera derribando el mito de que la derecha chilena tiene un proyecto a futuro al cual la población debería depositar su confianza. Las políticas parches y mediáticas son evidencias de ello, agregándole, la posición acrítica que tienen la militancia de su sector. Sorprende ver como el director de la Seremi de Educación de Los Ríos felicite con gran efervescencia el proyecto de ley Aula Segura, siendo que ya es una iniciativa bastante alejada de la realidad de casi la totalidad de los liceos santiaguinos, poco y nada tiene que ver con los liceos regionales.
El gobierno gira en sí mismo al buscar medidas que acrecenté su popularidad en el debate público. La falta de tino, como se diría popularmente, en materias que vayan por fuera de lo económico ha obligado a cometer numerosos autogoles. Piñera y su equipo de asesores juegan de visita cuando en la cancha se habla sobre educación pública o eventos populares asociados al fútbol, y salen a la luz los rostros economicistas y patronales de la derecha que cae en torpezas y no sale jugando limpio por la falta de claridad estratégica que simplemente no poseen en estas temáticas, tratando de solucionar temas país como si fuesen uno de sus fundos o empresas.
Ya lo vimos en la primera administración de Piñera con el Plan Estadio Seguro, el cual tiene varios elementos en común con respecto a la implementación de Aula Segura. Son medidas cortoplacistas que no incluyen un proyecto a futuro y no se condicen con la realidad que busca aspirar. En este caso, Estadio Seguro se basa en una falsa promesa de que “la familia vuelva al estadio” siendo que el problema en Chile es ser el país con las entradas más caras del continente para ir a un estadio de fútbol, tanto a nivel de clubes como selección. Basta con asistir a las galerías del fútbol chileno -lugares que no frecuentan los implementadores del Plan- para saber que la familia sí va a ver a los clubes de sus amores y la principal limitante son las económicas y no las asociadas a la violencia.
Tanto Aula Segura como Estadio Seguro tienen en su génesis un fin mediático detrás que se origina a raíz de una realidad trastocada y específica que sucede únicamente en un espacio particular de Santiago y no en el resto del país. Para el caso de Aula Segura, con los sucesos ocurridos en el Liceo de Aplicaciones e Instituto Nacional se busca realizar una ley para todos los liceos del país. No tan solo pagan justos por pecadores, sino que donde han ocurrido los últimos sucesos de violencia, la derecha chilena solo tiene como solución las retrogradas ideas de exclusión y segregación, en vez de ampliar los espacios democráticos de participación efectiva en las comunidades educativas para la resolución de conflictos y disensos.
Así mismo para el caso del Plan Estadio Seguro, solo se toma en cuenta el historial conflictivo de las hinchadas más masivas del país, Los de Abajo (Universidad de Chile) y la Garra Blanca (Colo-Colo), que para ese entonces pasaban por peleas entre facciones internas que originó algunos episodios de violencia al interior y fuera de los estadios, pero en ningún caso refleja la realidad del fútbol chileno y menos el que se vive en regiones. Pero fue en ese entonces que al gobierno se le presentó la mejor oportunidad para justificar una ley que coarte el folclore de los asistentes al estadio bajo una promesa modernizadora con respecto a los cambios que suceden en el fútbol mundial, pero resulto ser sino la implementación de una política forzosa, represiva y arcaica, propia de una derecha que sigue pensando en la violencia como solución a la violencia.
La bandera de la seguridad ciudadana de la derecha no se agota a discursos del miedo o a consignas como “delincuentes, se les acabó la fiesta”, recordemos que para la implementación del Plan Estadio Seguro se originó todo un show mediático en los medios de comunicación, en donde la mayoría del periodismo deportivo jugó a favor del gobierno de turno para justificar uno de los planes más incongruentes del último tiempo como el de Estadio Seguro. Y hoy lo vemos nuevamente con el reportaje -montaje- de Canal 13 y el periodista Alfonso Concha sobre el Liceo 1 que acusaba de adoctrinamiento por parte del Frente Patriótico Manuel Rodríguez hacía las estudiantes de dicho establecimiento. La desfachatez e influencia del gobierno para justificar sus políticas más irrisorias no es algo que a estas alturas nos debiese sorprender en demasía, pero no por ello se debe normalizar.
En contraposición, los proyectos rupturistas y emergentes no deben seguir dejando en segundo plano la discusión sobre la seguridad ciudadana puesto que son temas sensibles para la ciudadanía y debemos ser capaces de articular ideas y propuestas que se originen desde las comunidades locales, atendiendo con mayor integridad sobre lo que entendemos por seguridad y el problema ideológico que hay detrás. Como país no vamos a tener ninguna seguridad con un Estado y una Constitución que está al servicio del Neoliberalismo y no de la población y nuestro medioambiente, basta con ejemplificar con lo que sucede actualmente en Quintero y Puchuncaví como muestra de ello.
Pensar un Nuevo Chile pasa por incluir temáticas que no han sido incorporadas del todo en el histórico temario de la izquierda y para ello hay que afrontar los debates sin mayores complicaciones, con cabeza propia y en sintonía con la realidad que afecta a nuestros vecinos y vecinas. La claridad de nuestros discursos y programas es un elemento fundamental el cual debe apuntar a otorgar soluciones concretas a la ciudadanía pero que se conecte con un proyecto país en perspectiva de la construcción descentrada de un Nuevo Chile, es decir, que ponga fin al santiaguismo agobiante reproducido en los discursos, leyes y medios de comunicación, y aflore desde nuestra creciente multiculturalidad las nuevas páginas del destino de nuestro país.
Sebastián Ripeti Carrillo
Profesor de Historia y Ciencias Sociales
Estudiante de Magíster en Historia del Tiempo Presente
Universidad Austral de Chile