En un contexto de pandemia bajo un gobierno que promueve los intereses económicos de sus empresarios por sobre la vida de su pueblo, resulta de vital importancia recordar la esencia de la Educación, la piedra angular de toda sociedad. Educar es el acto de ofrecer y recibir amor con un grado de humildad, generosidad y compromiso inmensurable. Tal como lo indican las educadoras y escritoras cubanas Turner y Pita (2004), nuestra labor como maestros es confiar en los estudiantes y amarlos. Educar es comprender que la vida es el medio y el fin de toda experiencia humana. Por ende, la responsabilidad de todo educador consiste en cuidarla, protegerla, valorarla y engrandecerla en todo su esplendor. Educar implica comprender que la educación es un derecho humano y por ende, requiere estar al servicio del educando y de la comunidad en la que éste se desarrolla. Partiendo de esta concepción, educar sugiere guiar y mediar el proceso de construcción del aprendizaje a partir del conocimiento previo y de la situación social de desarrollo de cada estudiante; sugiere abrazar la diversidad y responder a ella mediante prácticas pedagógicas inclusivas que garanticen la justicia social, es decir, que tomen en consideración y aseguren el respeto a la dignidad del individuo y a sus derechos humanos. De acuerdo a múltiples declaraciones, convenciones y resoluciones internacionales (United Nations, 2020), los individuos nacen iguales y tienen los mismos derechos, sin distinción de ningún tipo. Estos acuerdos sugieren que los recursos y el acceso a las oportunidades sean distribuidos de manera equitativa y que los derechos de los más vulnerables sean protegidos.
Educar es comprender que todo proceso de enseñanza-aprendizaje tiene como objetivo primordial el desarrollo de la personalidad de los participantes, en los ámbitos cognitivos, socio-afectivos, motivacionales, comunicativos y reflexivos. De este modo, la educación es visualizada como un proceso que prepara a los aprendices a […] “aprender a conocer, a hacer, a convivir y a ser […]” (Ginoris, Addine y Turcaz, 2009: 9, citado en Yilorm, 2016). Bajo este contexto, el maestro debe estar preparado para acompañar al estudiante, a las familias y a la sociedad en la formación de un ser humano íntegro que aprecie las emociones con la misma pasión con la que aprecia los conocimientos. Educar es ante todo comprender que el contenido que se enseña y aprende no se limita a los conocimientos, sino que abarca con la misma importancia, los valores, las emociones, los hábitos, las habilidades y la creatividad.
No obstante, las medidas educativas que ha tomado el Estado chileno para enfrentar la crisis social y sanitaria no han respondido adecuadamente a los intereses y necesidades reales de las comunidades escolares. Una vez más, las políticas adoptadas han dejado en evidencia los valores más dominantes de toda sociedad neoliberal: la desigualdad, la escasa valoración del principio de la dignidad humana y la explotación de los trabajadores, sometiendo al ser humano a un acto de opresión y estancamiento. De este modo, es posible observar que, bajo esta lógica de gobernar, la propuesta de educación en línea no condice con los principios de una pedagogía social que no olvida, bajo ninguna circunstancia, las historias de vida que cada ser lleva grabado en su interior. ¿Cómo pretender enseñar y aprender virtualmente mientras existe un acceso restringido a los recursos tecnológicos por parte de un número significativo de aprendientes? ¿Cómo focalizarse en el diseño y el desarrollo de una guía de estudio cuando nos invade la angustia, la incertidumbre, la separación de los seres queridos, el miedo, la violencia, el quiebre de las rutinas diarias, entre otras afecciones? A medida que el individuo se va recluyendo en sus espacios y deja de convivir tan cercanamente con las personas con las que comparte a diario, también empieza a encerrarse en sí mismo; niega su sentir y al dejar de tener ese contacto directo con la naturaleza y sus múltiples habitantes, recuerda el valor de la sonrisa y de las lágrimas compartidas, el impacto de la mirada espontánea y el calor de los abrazos. ¿Cómo sobrellevar la ansiedad en un escenario en el cual los medios de comunicación y quienes los manejan nos imponen una doctrina del shock? ¿Cómo aceptar que se promueva una “normalización” de las actividades educativas cuando los informes del gobierno y particularmente de los médicos, nos indican que retomar nuestras rutinas diarias podría conducirnos al dolor y la pérdida de vidas humanas? Bajo esta perspectiva, es posible afirmar que el contexto actual no provee las condiciones mínimas para enseñar y aprender conocimientos específicos mediante pantallas; promoviendo, de manera desigual, un proceso formativo de complementariedad que se reduzca a depositar pedazos de realidad en las mentes de las futuras generaciones.
Es momento de comprender que escuchar y apapachar al otro en tiempos de angustia y de celebración es también sinónimo de educar en el más amplio sentido de la palabra. Mediante la contención, la mediación, la empatía, el trabajo en equipo y las variadas demostraciones de amor de cada entorno, en otras palabras, mediante la creación de ambientes de seguridad emocional que nos recomienda la neuropsiquiatra Amanda Céspedes (Comunicación personal, 2020), las familias están educando y transformando los sistemas. Hoy más que nunca cobran importancia el juego, la pintura, la música, la danza, la siembra, la lectura, la relajación, la gimnasia, el diálogo y la meditación, actividades innatas a la naturaleza del ser humano, pero olvidadas producto de la interiorización de un sistema que obliga a sus ciudadanos a pensar con más profundidad en la competitividad y productividad que en su crecimiento y bienestar personal. Permitir que nuestros estudiantes y nuestros profesores tengan el privilegio de cuidarse a ellos mismos y a otros con la tranquilidad y la paz necesaria durante el periodo de pandemia no es solo una necesidad urgente, sino también un aprendizaje colectivo para toda la vida.
Si se practica la educación emocional en el diario vivir, de ninguna manera, la ausencia de las clases presenciales en momentos de angustias compartidas pone en riesgo los procesos de enseñanza-aprendizaje de nuestras niñas y de nuestros niños; muy por el contrario, la educación emocional solo puede fortalecer la formación integral, el desarrollo socio-afectivo, la comunicación, la comprensión del mundo, el respeto a la dignidad humana, la necesidad de convivir, la cooperación mutua entre los pueblos y, ante todo, el valor a la vida y a la igualdad social. Es momento de sentir, de brindarle el espacio a la alegría, a la tristeza, a la rabia, al miedo y a la frustración, sin desmerecer las fortalezas de la sociedad de la información inclinada primordialmente al desarrollo de las dimensiones cognitivas. En calidad de educadores y profesores en formación, apreciamos y valoramos cada momento que la vida nos presenta y cada vía de aprendizaje, como es el caso de la educación en línea, siempre y cuando se respeten los derechos humanos y los valores de una sociedad inclusiva. La pandemia que hoy nos expone a la pérdida y al sufrimiento, también hoy nos invita a la reflexión y a la reconstrucción de una sociedad colaborativa que privilegie el sentido de humanidad como un colectivo empático y solidario que logra tomar conciencia de que “la unión hace la fuerza”. Tal como lo expresara el pedagogo Paulo Freire con tanta sabiduría y esperanza, “[s]ólo existe saber en la invención, en la reinvención, en la búsqueda inquieta, impaciente, permanente que los hombres realizan en el mundo, con el mundo y con los otros. Búsqueda que es también esperanzada” (1987, p. 52).
Bienvenidos los conflictos y que éste sea el periodo de la historia que nos recuerde el instante en que la humanidad descubre que, además de sus conocimientos, posee un espíritu de lucha, un corazón para amar y alas para ser libres! ¡Qué vivan los educadores! ¡Qué vivan los médicos y el personal de la salud! ¡Qué viva todo aquel trabajador y ser humano que hoy es capaz es de vivir CON y PARA el otro!
¡Amor, amor y más amor para todes!