Discurso del Decano Dr. Mauricio Mancilla en el marco de la Inauguración del Edificio Guillermo Araya Goubet

En nombre de la Facultad que represento, quisiera saludar, a todas y todos quienes hoy nos acompañan en esta importante ceremonia. Agradezco la presencia de las autoridades locales y regionales, de las autoridades universitarias, de socios y socias del Cine Club, y agradezco de sobremanera la presencia de colegas y estudiantes de la Facultad de Filosofía y Humanidades.

Qué alegría recibirles en este remozado Cine Club. Como comunidad universitaria estamos muy contentos y emocionados por la inauguración de este edificio que alberga las dependencias del cine club universitario y de las unidades académicas de nuestra Facultad. Para nosotros se trata de un proyecto anhelado por décadas, y que ha transitado un largo camino. Se trata, además, de un bello proyecto arquitectónico, que cumple con las necesidades actuales y proyectadas de la Facultad y que cuenta con altos estándares de excelencia. Este edificio dialoga con el proceso de revitalización de las humanidades, la educación, la comunicación y las ciencias sociales que se vive en nuestra universidad. Su implementación le dará más dignidad al trabajo académico de docentes, funcionarios y estudiantes, y con ello, lograremos superar las inequidades disciplinarias que a veces se viven al interior de la universidad. Esta nueva infraestructura nos permitirá seguir soñando, pero ahora con la ventaja de contar con las condiciones adecuadas y con espacios de interacción, lo que permitirá a las unidades integrarse sinérgicamente para emprender nuevos desafíos como actores claves de esta gran institución del sur de Chile. Con 66 años de historia, nuestra Facultad goza de un amplio reconocimiento por su labor formativa y transformadora, lo que se refleja, no solo en la calidad académica de sus docentes y estudiantes, sino también, en sus prestigiosos egresados y egresadas, que contribuyen activamente al desarrollo del país, siendo líderes y agentes de cambio social en las diversas áreas y lugares donde se desempeñan.

Sí, ha sido efectivamente un largo caminar. Este itinerario se inició a comienzos de 2012 con la constitución de una comisión de espacios físicos convocada por el ex Decano Yanko González, quien se propuso la tarea de abordar la necesidad de contar con infraestructura mayor para nuestra Facultad. Él comprendió que debía seguir el ethos que ha forjado a nuestra comunidad universitaria y nos convocó a todos los actores a ser parte de un proceso participativo. A mí me correspondió acompañarlo como prodecano en los seis años que lideró nuestra Facultad y pude ver de cerca la pasión y la entrega que puso en cada una de sus acciones, especialmente en velar por conquistar este sueño colectivo. Gracias Yanko por tu incombustible perseverancia.

A poco andar, ya en julio de 2013, bajo la Rectoría de Dr. Cubillos, el honorable Consejo Académico aprobó el anteproyecto arquitectónico y en noviembre del mismo año lo mismo hizo el Directorio. En el acta de este último cuerpo colegiado, en Sesión Ordinaria del jueves 21 de noviembre de 2013, puede leerse lo siguiente: “el Directorio acuerda reconocer la necesidad de dar una solución prioritaria al problema de infraestructura de la Facultad de Filosofía y Humanidades y solicitar a la Administración Central que continúe con la fase siguiente, esto es con el diseño, estudio y evaluación del proyecto de construcción del edificio”. Después de años de trabajo, en 2019, en la Rectoría del Dr. Galindo, a partir de un Plan Global de Inversiones, se aprovisionaron los recursos necesarios para su construcción. Y en la actual rectoría, se ha finalizado su implementación. Agradezco al Rector Hans Richter y a su equipo por apoyar la fase final de construcción del edificio. Y por su intermedio, agradezco a las y los profesionales de la Dirección de Infraestructura y Desarrollo Físico y de la Dirección de Servicios quienes han acompañado este proyecto desde su inicio y han sabido encontrar las oportunas soluciones a nuestras necesidades.

Queridas amigas y amigos, si bien han pasado 10 años desde que iniciamos este camino, hacer realidad este sueño no sería posible sin el trabajo abnegado de generaciones de docentes, funcionarios y estudiantes que han sido y son parte de la historia de esta Facultad. Varios de ellos ya no están con nosotros, pero han aportado al desarrollo y engrandecimiento de nuestra Universidad. A riesgo de ser injusto, quisiera recordar a algunos nombres. Las y los funcionarios Érica Ávalos, Gladys Rojas, Mirta Fuentes, Mario Delgado, Érica Jara, Tolentino Espíndola, Enrique Peña, Gloria Mendoza, Eduardo Hernández, Mercedes Molina y Jorge Bárcena. Un conjunto de bellas personas que nos guiaron y acompañaron en estos años. También han sido parte de esta historia las y los académicos Eleazar Huerta (nuestro decano fundador, diputado por Albacete y que tras huir de la guerra civil, recaló en la Universidad de Chile y años más tarde vino al sur a propagar la semilla de las humanidades), Guido Mutis (como no recordar a Guido Mutis en esta sala de cine), Inés Astoquiza, Jorge Millas, Dario Menanteau, Liliana Larrañaga, Gastón Gaínza, Luis Oyarzún, Leonidas Morales, Gladys Jadue, Félix Martínez Bonati, Carlos Ramírez, Gladys Cepeda, Erwin Haverbeck, Gloria Mulsow, Gastón Gómez Lasa, Felisa Cancino, Alfredo Pradenas, Sonia Naur, Walter Hoefler, Eduardo Roldán, Ricardo Molina, Guido Burgos, Elva Ardiles, Iván Carrasco, Roberto Matamala, María Angélica Illanes, Carlos Amtmann y un largo etcétera. Son tantas y tantos, que me disculpo por no poder nombrarles a todos, pero vayan para ellas y ellos mi reconocimiento y admiración.

Sin embargo, a lo largo de esta historia hay un nombre que pocas veces ha sido recordado, y que nuestro colega Yanko González fue uno de los primeros en volver a rendirle tributo en esta Universidad. Me refiero a Guillermo Araya, quien fue profesor, investigador y difusor de la lingüística, la literatura y los estudios etnográficos. Fue cofundador del Instituto de Filología y de la Revista Estudios Filológicos. Ocupó el cargo de Decano de la Facultad de Filosofía y Letras entre 1964-1968, y más tarde entre 1972-1973. Entre sus principales obras se destaca el Atlas Lingüístico-Etnográfico del Sur de Chile. Junto a su distinguida labor intelectual, su vida académica estuvo marcada por una defensa irrestricta de la libertad de pensamiento. Fue candidato a Rector en 1973 y por sus ideas, que promovían una universidad libertaria, antidogmática, democrática y comprometida con su misión social, fue exonerado y debió enfrentar prisión, vejámenes y el exilio después del golpe de Estado. Le recuerdo de manera especial en este día, porque, según lo acordado por el Consejo de Facultad en sesión del martes 15 de noviembre de 2022, a contar de hoy este Edificio llevará su nombre: Guillermo Araya Goubet. A través de este gesto, la Facultad reconoce su estatura moral y su confianza en el libre diálogo de ideas, que nos inspiran a seguir adelante con nuestra vocación formativa.

Quisiera cerrar mis palabras dirigiéndome a mis colegas, especialmente a los más jóvenes. A docentes y funcionarios que se han integrado en los últimos años. Hoy las instituciones de educación superior viven un momento desafiante, un tiempo que nos exige lo mejor de cada uno de nosotros. Sé que estaremos a la altura de las circunstancias y que, de manera mancomunada, como lo hemos hecho otras veces, haremos que esta gran institución siga proyectándose en el tiempo. Los invito a ser protagonistas de las mejoras en la calidad y excelencia de nuestra casa de estudios. Los invito a seguir trabajando en la defensa de la educación, fortaleciendo iniciativas colaborativas con funcionarios y estudiantes. Los invito a seguir aportando a la comunidad y a nuestro territorio, convirtiéndose en líderes en cada uno de vuestros campos de acción para avanzar en la necesaria interdisciplinariedad del quehacer académico. Los invito a continuar promoviendo valores, tales como la excelencia, la diversidad, la inclusión, la equidad de género y el pluralismo, expresiones que son sello de nuestra institución. Si bien las universidades, muy a mi pesar, se miden hoy por la cantidad de artículos publicados al año y no por la calidad de estos, quienes nos dedicamos a lo propiamente humano como son la literatura, la historia, la antropología, la filosofía, las lenguas y por supuesto la educación, tenemos la responsabilidad, más allá de los indicadores, de mantener en vilo el preguntar y servir a la sociedad, lo cual representa la misión espiritual toda universidad.

Un abrazo grande y afectuoso de corazón.