A 50 años del Golpe de Estado en Chile. Las huellas del pasado y futuro para la democracia.

Columna de opinión Decana Karen Alfaro Monsalve

Los tiempos de conmemoraciones se constituyen en un espacio “bisagra” entre el pasado, el presente y el futuro, en que nos volcamos como sociedades a elaborar críticamente nuestra experiencia en relación con el tiempo histórico. En esta distancia critica, la historia y la memoria juegan un rol fundamental. La historia narra los procesos a través de las huellas irrefutables que nos llegan del pasado. Esta precisión resulta de gran relevancia en esta conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado en nuestro país, en el que sectores antidemocráticos, renunciando a la verdad histórica, se aferraron al pinochetismo como proyecto político de futuro.

Mientras en el mundo los actos conmemorativos se multiplicaron como posicionamiento de defensa de la democracia, en nuestro país los sectores radicalizados de la derecha se restaron del conjunto de actividades oficiales. Lo más preocupante de estas señales, es la búsqueda de dotar de legitimidad el quiebre de la democracia que puso fin al gobierno del presidente electo Salvador Allende y que instauro una de las dictaduras más largas y criminales de la historia.  Jamás un dictador podrá ser un demócrata, aunque muera impunemente, relativizar esto es transgredir un pacto civilizatorio,  que distingue entre el valor de la vida y la muerte.

El pasado mes de agosto se suicidó el ex brigadier del ejercito Hernán Chacón Soto, quien era uno de los siete militares condenados a prisión por la Corte Suprema por su participación en los actos de torturas y asesinatos de Víctor Jara y el abogado Littré Quiroga. Chacón se quitó la vida antes de ser traslado a prisión. El suicidio de los criminales es una señal pública,  de que siguen siendo “amos del poder de dar vida o de dar muerte”, este gesto se acompaña de jamás haber asumido sus responsabilidades en los crímenes de lesa humanidad, no hemos escuchado “Yo fui”. Pero no asumir, no les quita la responsabilidad en los hechos, menos aún la responsabilidad histórica de haber fundado su poder en base a la muerte, a la tortura , a la detención con desaparición, a las violaciones sistemáticas de los derechos humanos de miles de personas, que portaban un proyecto histórico profundamente democrático.

La búsqueda del poder absoluto de la derecha antidemocrática los lleva hoy a monopolizar el diseño de la nueva constitución, en la que vuelven al pinochetismo como fuente,  frente a la imposibilidad de ofrecerle a nuestra sociedad una propuesta de futuro,  bajo los principios y marcos democráticos. No hay futuro para el pinochetismo, en las sociedades que defendemos la democracia.