En el marco del Ciclo de Narrativa “Patagonia Blues” organizado por la Coordinación de Vinculación con la Comunidad, del Instituto de Lingüística y Literatura, se realizó el lanzamiento del libro “Según pasan los años. Allende, compañero Allende” del gran narrador chileno Carlos Droguett (Premio Nacional de Literatura 1970), fallecido en Suiza en 1996, tras 20 años de exilio. La presentación estuvo a cargo del académico y abogado de la Universidad de Chile, Roberto Molina Ortiz, y del poeta Gonzalo Contreras, director de la editorial Étnika, que hizo posible la publicación de esta obra póstuma e inédita.
La jornada se llevó a cabo en dependencias del edificio Eleazar Huerta de la Facultad de Filosofía y Humanidades, lugar donde se congregaron miembros de la comunidad local y universitaria.
En el conversatorio posterior con el público asistente, Contreras contó que accedió al manuscrito que se encontraba en el archivo del escritor en la Universidad de Poitiers, Francia, donde permanecen aún otros textos inéditos. El hijo del escritor, Marcelo Droguett tuvo la generosidad de confiarle la edición y publicación del libro sin cobrar por los derechos. En sus páginas aparecen, por ejemplo, episodios vividos con Víctor Jara, Violeta Parra, Alberto Bachelet, Carlos Prats, Pablo Neruda o el cardenal Raúl Silva Henríquez, además del período que su hijo Marcelo vivió como preso político en la cárcel de Isla Teja de nuestra ciudad. Pero el foco de la historia se mantiene en Allende, motivo central y amigo del escritor.
Droguett, autor de otras grandes narraciones como Eloy, Patas de perro, o Los asesinados del Seguro Obrero, ha sido reconocido en el resto de Latinoamérica y Europa, más que en su propio Chile (déjà vu), y esta novela nos invita a descubrir y releer su obra. En tiempos de agitación y despertar social, su figura condensa muchos de los ideales de justicia que hoy movilizan al pueblo chileno. En sus propias palabras, “El escritor que no escribe por la justicia es un despojador de los pobres, un ladrón” (1971); “Mi paso por la administración pública me ha enseñado -por lo menos- que puede haber más dignidad en un portero que en un ministro”(1965).